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miércoles, 21 de abril de 2021

Día 77


21 de abril

"Si no entiendes algo, puedes hacer que signifique cualquier cosa". Chuck Palahniuk 

"Porque entender puede ser una condena. Y no entender, la puerta que se abre" E. Vila-Matas. 

Yo no entiendo nada y por eso hago que esto signifique cualquier cosa, como por ejemplo: que hay conexiones en la literatura que nunca voy a entender, pero que son unas puertas abiertas de par en par por las que entro sin pedir permiso.

jueves, 31 de octubre de 2019

Día 68

blog de mariano re
31 de octubre
Cuatro páginas. Nada mal. Las acabo de releer y no todo es desechable. Hay, creo, algunas cositas que se pueden rescatar. Me bastaría con quedarme dos o tres párrafos para salir victorioso de ese campo de lucha que es mi escritorio. Así y todo, siento que en los últimos tiempos nada parece suficiente. Y es que escribir debería ser algo de todos los días. No se puede dejar pasar mucho tiempo entre unas páginas y otras. Se pierde la voz, el ritmo y yo qué sé cuantas cosas más. Es como la anécdota de ese pianista que decía que si no tocaba un día lo notaba él, si no tocaba dos, lo notaba la crítica, y si no tocaba tres, lo notaba el público. En mi caso, estoy convencido de que si un niño de tres años pudiese leer lo que escribo últimamente, notaría de inmediato que no estoy escribiendo lo suficiente. Pero no debería quejarme tanto. Bastante es haber escrito estas cuatro páginas y encima creer que de allí se puede rescatar algo. No seamos pesimistas y pensemos que avanzamos. Eso tiene que valer.
Cambiando de tema y de animos, quiero dejar plasmado en el diario mi felicidad porque salió la nueva temporada de La casa de las flores. Es como revivir aquellas tardecitas en casa de la abuela, mirando las telenovelas a la hora de la siesta. Pero mucho más netflixiano.

sábado, 26 de octubre de 2019

Día 67


Blog de Mariano Re
26 de octubre 
No le debo a nadie nada, pero sí, tal vez, debería pagar la deuda que tengo con este diario y escribir varias y extensas entradas, por todos estos días pasados en los que no escribí ni un solo verbo.
No me excuso. Aunque no voy a negar que he cuestionado mi compromiso con la escritura de este diario en más de una ocasión. Porque el motivo de mi abandono no ha sido otro que el abandono mismo. Me abandono a la vida y esta me arrastra en su cauce. Me sacudo entre troncos y piedras y otros desechos que también son arrastrados por el caudaloso discurrir de la vida. 
Pero bueno, veo que me estoy poniendo demasiado poético y lo que quería decir es que han pasado muchos días y cada vez que pasaba por delante de mi computadora la miraba de reojo, haciéndome el desentendido. Lo más probable es que no tuviese nada que decir. Eso es todo. Y aunque ahora tampoco tengo nada para decir, por lo menos algo digo. Digo que no digo nada, que es mucho más de lo que otros pueden decir.
Postdata: al menos en estos días en los que no escribí nada, tuve tiempo para leer Solenoide, de Mircea Cârtârescu, y creo que me explotó una venita en alguna parte del cerebro, que desató en mí una felicidad desconocida. Estuve a punto de salir a visitar las inmobiliarias de mi ciudad, para ver si alguien alquilaba una casa que tuviese enterrado debajo de esta un solenoide, y así poder flotar por mi habitación con solo apretar un interruptor. Menos mal que unos amigos me disuadieron alegando que probablemente me habrían sacado a patadas de las inmobiliarias. Así que me quedé con las ganas. 


lunes, 23 de septiembre de 2019

Día 66



23 de septiembre

Hoy está siendo un día lento, espeso como el dulce de leche. Un día difícil de digerir.
Si alguien viniese en este momento y me sacudiese con fuerza no lograría hacer que se me caiga ni una sola idea. No hay nada dentro de mí. Soy como una almeja abierta, abandonada en el borde de un plato sucio, a la que alguien ha chupado, absorbido, succionado todo el contenido, incluida la salsita esa que a veces queda en el fondo de la concha. Estoy seco.
En días como este lo único que queda por hacer es leer. (Ayer ya me terminé las relecturas que me había propuesto para este verano. Releí varias cosas que me interesaba releer. Los Cuentos de Raymond Carver, Pájaros en la boca de Samantha Schweblin, Matadero 5 de Kut Vonnegut y Ficciones de Borges. No hubo decepciones, todos aguantaron bien las relecturas).
Pero ahora no tengo nada por leer y eso me llena de angustia. Miré en mi biblioteca para ver qué podía empezar, pero la mayoría de los libros que tengo por leer no me llamaron la atención. Así que ahora estoy pensando ir a dar un paseo hasta la biblioteca y buscar algo que me mueva, algo que llene el vacío, algo que me sacuda y quizás hasta haga sonar algún timbre en mi cabeza que me saque de este letargo creativo. Un letargo que ya va durando demasiado.

viernes, 20 de septiembre de 2019

Día 65

Mariano Re - Vidas Pasadas

20 de septiembre

Las plantas que puse hace un tiempo en mi estudio, con la intención de decorarlo un poco, están cada día más grandes y frondosas. Parece que les gusta su nuevo hogar. No soy un gran cuidador de plantas, pero me siento orgulloso con el resultado. Una, la más grande, la he tenido que quitar del estudio y ponerla en el salón porque ocupaba ya demasiado lugar y me desconcentraba; y además me hubiese impedido, en el caso de que esto suceda algún día, poder bailar de contento cuando escribiese algo genial e inteligente (todavía sigo a la espera). Pero, como decía, estoy contento con el resultado. El estudio parece ahora más acogedor, más colorido. Eso sí, creo que aún falta algo en las paredes. Quizás podría poner alguna foto o algo así. Se me ocurre que podría poner una foto de Onetti que me gusta. Es una foto en la que el escritor uruguayo sale mirando a la cámara y apuntando con un dedo amenazador. Sería como tener a Onetti todo el tiempo mirándome y amenazándome con algo terrible si no escribo. Puede que la ponga delante del escritorio, para que me recuerde todos los días cuál es mi labor. Además, si le sumamos el mate que descansa en mi escritorio, le daría al estudio un toque rioplatense. Puede que hasta termine por poner unos tangos de fondo cada vez que me siente a escribir.   

martes, 17 de septiembre de 2019

Día 64

Mariano Re

17 de septiembre
Un día horrible. Estoy que echo humo, diría mi abuela.
Me pasé horas buscando un archivo Word en el que, hace algunos días, en un momento de inspiración de esos que no abundan, escribí dos páginas enteras de la novela (habrá quien diga que dos páginas no son nada, pero cuestan mucho trabajo), dos páginas que me parecieron aceptables. Había encontrado un matiz, un tono, algo que funcionaba, y estaba muy contento con el resultado y con las posibilidades de avanzar en esa dirección. Pero todo eso ha desaparecido. Y cuando digo "todo eso" me refiero no sólo al archivo Word, sino también a la inspiración, al matiz, al tono y a las posibilidades. Frustrante.
En fin, al menos esta situación hace que refuerce mi postura de que siempre es mejor escribir el primer boceto a mano y luego pasarlo al Word. Puede sonar primitivo, pero así por lo menos me ahorro tanto disgusto y, sobre todo, me ahorro la angustia de pasar tantas horas delante de la pantalla, revisando miles de archivos y descargando programas para la recuperación de archivos perdidos, y otras muchas cosas raras.
Me voy a ahogar la bronca con una copa de vino buenísimo que compre para ocasiones especiales. Esta lo es.


martes, 10 de septiembre de 2019

Día 63

Mariano Re- blog












10 de septiembre
Si no recuerdo mal, fue la escritora irlandesa Mary Lavin quien dijo que un cuento debería ser como una flecha en vuelo o como el destello de un rayo. Algo inmediato; una experiencia en la que aparezca todo de una vez: comienzo, medio y final.
Y así, también, como una flecha en vuelo o como un rayo, me golpearon los cuentos de Una noche en el paraíso, de Lucia Berlin. Me pasé varias horas sin poder despegarme de la silla, hipnotizado por una prosa que desborda el libro y se sale de los márgenes, como si las líneas continuasen más allá de la página. Esa es la sensación que me dio. No es un libro de esos en los que uno, cada tanto, se detiene a reflexionar sobre lo que está leyendo. Este no. Este es un libro que marea. Un libro vertiginoso, que acelera a toda mostaza, hacia un final en donde uno se da cuenta de que ha seguido corriendo en dirección a un precipicio y no ha sabido detenerse a tiempo, y ahora no hay suelo debajo. El coyote persiguiendo al correcaminos.
En un momento dado, y haciendo un terrible esfuerzo por apartar los ojos de la narración, me detuve a pensar en por qué me causaba esta impresión. Al principio no di con una respuesta. Y entonces volví a la lectura, y como si fuese una flecha en vuelo o un rayo que iluminaba y me dejaba ver todo de una vez, vi en mi cabeza la imagen de Mary Lavin que me decía que esto era a lo que se refería cuando daba aquella definición de lo que ella creía que tenía que ser un cuento. Y ahí tenía yo mi respuesta. Lo que leía era un rayo que se encendía y, además, estoy seguro de haberlo visto, partía árbol en dos, allá a lo lejos, y dejaba un agujero terrible en la tierra.

viernes, 6 de septiembre de 2019

Día 62

Mariano Re

6 de septiembre
    Hoy, tres páginas completas (horribles, eso sí).
    Después me sentí tan completo, tan realizado, que decidí tomarme el día libre y me fui a la playa. Eso fue todo. Hay días que son así: simples y agradables. Y pienso que eso está bien. Que así tiene que ser. Tiene que haber equilibro en esta vida. No puedo concebir que todos los días sean duros y complicados. Días de arduo trabajo, llenos de obstáculos y de páginas en blanco, sin ninguna recompensa. Ni hablar. A veces uno tiene que tener sus tres páginas (horribles), que lo hagan sentirse útil, y luego poder tomarse el resto del día para contemplar la vida y poder digerir todo lo demás.
    Por eso, hoy, aquí en la playa, lo contemplo todo. Lo contemplo todo con los ojos entrecerrados, porque la luz del sol es tan fuerte que me ciega. Lo contemplo todo a contraluz y pienso en los fuertes contrastes de la vida. Veo siluetas negras ir de acá para allá. Veo una sombra, con forma de pelota, que se eleva hacia el cielo y vuelve a caer. Y escucho risas y pedazos de conversaciones sobre historias de amor interrumpidas y sobre cómo preparar una buena lubina al horno, con romero y perejil. Todo esto se mezcla con el sonido del mar (esto queda un poco cursi, buscar otras impresiones). Y poco a poco dejo que los ojos se vayan cerrando. Que el estado contemplativo se vaya disolviendo y se vaya volviendo sueño. Y me dejo arrastrar por eso que podríamos llamar "siesta en la playa". Y antes de dormirme pienso en que no hay nada mejor que una siesta sobre la arena tibia despues de haber escrito tres páginas (horribles) y haber contemplado el mundo a contraluz.

lunes, 2 de septiembre de 2019

Día 61


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2 de septiembre
Por la mañana:
    Anoche tuve un sueño perturbador. Soñé que estaba parado delante de un cuadro con el nombre "verde sobre fondo blanco". Recuerdo que Rodrigo Fresán decía que a él le molestaban esas obras de arte que llevan por nombre "sin título" y a continuación un número. A mí, en cambio, lo que más me molesta son esos cuadros que llevan el tipo de nombre como el que se me apareció en sueños.
    En el sueño en cuestión, creo que no veía el cuadro en sí, sino que me veía a mí mismo mirando la placa con ese nombre: "verde sobre fondo blanco". Pero estoy casi seguro de que no vi el cuadro, ni tampoco los colores.
    Pero el sueño no lo recordé hasta bien entrada la mañana. Nunca me acuerdo de los sueños. Eso sí, me desperté con una extraña sensación. Una especie de necesidad de cambiar algunas cosas de lugar en mi estudio. No podía soportar tanto blanco. Así como está ahora, pensé, no voy a poder trabajar. Demasiado minimalista, demasiado blanco. Entonces me puse a mover muebles de una lado para otro y a pensar en qué cosas podría poner para decorarlo, y en ese momento me acordé del sueño que había tenido y de la extraña sensación que me produjo.

Por la tarde:
    Compré algunas plantas preciosas para poner en el estudio. El verde sobre el blanco queda estupendo. Creo también que con la nueva distribución de los muebles optimizo más el espacio. Tengo más aire alrededor para trabajar y quizás, quién sabe, poder bailar cuando se me ocurra una idea fantástica. Aunque la verdad es que, como me golpeé el dedo chico del pie mientas movía el escritorio y ahora me está matando el dolor, hoy no creo que baile, por más que se me ocurra una idea genial. Y, ahora que lo pienso mejor, tampoco creo que sea buena idea ponerme a trabajar porque estoy agotado de tanto arrastrar muebles de acá para allá. Pero seguro que mañana, con el nuevo estilo verde sobre blanco del estudio, me vendrá la inspiración. Fijo.

viernes, 30 de agosto de 2019

Día 60

post-vacaciones



















30 de agosto
Me despierto o intento despertarme. Me froto los ojos con el dorso de las manos. Bostezo y me desperezo.
Así arranco el primer día postvacacional. Un gran día por delante. Muchas cosas por hacer. Muchos planes. Pero lo primero, escribir. Sí, lo primero, he decidido, será sentarme a escribir en este diario que lleva mucho tiempo abandonado, acumulando polvo virtual, por el parón vacacional. Así es.
Entonces, me pongo a pensar. Pienso en cosas sobre las que podría escribir. Busco ideas para empezar. Necesito, pienso, algo que quede bien para un primer día de trabajo. Algo muy a lo "postvacacional". Porque ahora que he vuelto de las vacaciones, supuestamente recargado de energía (aunque todos sabemos que nadie nunca jamás descansa realmente en unas vacaciones), me he puesto varios objetivos que cumplir. Y es que una vuelta de las vacaciones no es otra cosa que una especie de "segundo año nuevo". Otro momento del año en el que uno se sobrecarga de un montón de metas por conseguir. Y para mí, una de esas metas es la de escribir más seguido en este "diario de la escritura de mi próxima novela" (es decir, lograr que efectivamente esto sea un "diario") y, por lo tanto, escribir más en la novela también. Dos objetivos terriblemente difíciles de conseguir, tengo que reconocer, pero a la vez muy inspiradores para este "segundo año nuevo" que es la vuelta de las vacaciones.
Así que esta mañana. Mientras me estoy sacando las lagañas (o las legañas, según desde el lado del atlántico que se mire) de los ojos, pienso en temas sobre los que podría escribir y me surgen muchas preguntas (¿eso es bueno?, fue lo primero que me pregunté). ¿Debería escribir sobre algo actual y polémico del tipo "la situación política actual en España"?, ¿sobre cómo la izquierda no se pone de acuerdo para formar un gobierno progresista, como habían prometido, mientras la derecha, de la mano de Pablo Casado (con nuevo look "barba corta" muy a lo Rajoy), se frota las manos, pensando que unas posibles elecciones no harían más que favorecerles? Esto fue lo primero que me pregunté, y una vocecita muy aguda y chillona me hizo retumbar la cabeza -que estaba todavía entumecida porque era muy temprano- gritando un terrible y sufrido "¡Nooo! ¡por favor, de eso no!". Así que le hice caso y seguí bajando en la lista de preguntas. ¿Debería, quizás, escribir algo sobre el fenómeno Rosalía que vuelve a estar en auge y, por enésima vez, vuelve a ser criticada y amada y admirada y otras muchas cosas más que brotan de la odiosincrasia general. Y nuevamente esa vocecita chillona y desesperante, pero muy acertada, se niega rotundamente a seguir la estela de ese ferry popular que va directamente a la deriva.
En fin. En todo esto voy pensando mientras me dirijo a la cocina a hacerme un café y cuando me siento delante de la pantalla me doy cuenta de que, con todo esto que llevo pensado hasta ahora, ya tengo bastantes palabras y que con esto me da perfectamente para publicar algo en este diario y seguir con todas las otras cosas que tengo que hacer hoy. Además ya estoy cansado de esa vocecita mandona que me grita todo el tiempo porque no le gusta lo que se me ocurre. Mejor me guardo algunas preguntas más para mañana. No sea cosa que me quede sin ideas tan rápido.

lunes, 22 de julio de 2019

Día 58

Cotilleos, Mariano Re
22 de junio

De la novela nada de nada. No hay caso. Cada vez que intento ponerme a trabajar en ella empiezo desde el principio. Solo se me ocurren variaciones del principio. No hay manera de que pueda continuar desde donde lo había dejado. Las escenas nuevas que debería estar construyendo se me escapan, se diluyen en el mismo momento en que me siento a trabajar. Por lo tanto, he decidido dejar de pensar en la novela y dedicarme a desarrollar otras ideas que hace rato me están rondando por la cabeza. Sobre todo para unos cuentos. Algo de respiración corta, asmática. Eso es lo mío últimamente (es que me ha atacado una tos bastante importante y no se me va). Creo que es lo mejor para no sentir que me quedo estancado o que empiezo las cosas una y otra vez. A veces ese tipo de obsesiones cansa y no sirven de nada. Es como cuando alguien te dice algo con mala intención y te vas a casa sin haberle respondido nada, pero le das mil vueltas a todo lo que tendrías y podrías haberle dicho, y te pasas así las siguientes horas formulando y fabulando las frases más ingeniosas y certeras que nunca salieron de tu boca en el momento adecuado.
Pero me estoy desviando. Volviendo al tema de los cuentos, hoy por ejemplo me pasé toda la mañana retocando unos cuentos viejos que tenía archivados. Los releí y no estaban tan mal (no sé si está bien que lo diga yo), así que me dispuse a arreglarlos. Digo que pasé toda la mañana pero es mentira. En realidad fueron solo un par de horas. La otra parte de la mañana la pasé en la puerta de calle, charlando con Rosi, la portera del edificio nuevo en el que vivo. Me contó un montón de cosas interesantes sobre los vecinos. Cosas que, en realidad, me decían mucho más sobre quién era ella que sobre quién eran mis vecinos, pero bueno. La cuestión es que me puso al día de cómo están las cosas por el vecindario. Para que me vaya enterando de dónde me metí, me dijo Rosi. "No crea que me gusta hablar mal de la gente", agregó. Y después me advirtió sobre ciertas malas compañías que visitaban a la chica del tercero, y sobre los ruidos extraños que se escuchaban los domingos por la tarde en el segundo piso. No supe a qué se refería con eso de "ruidos extraños", pero puede que lo compruebe más adelante, algún domingo. Así que me entretuve un buen rato con las historias de Rosi. Y hubiésemos seguido charlando si no fuese porque en un momento nos interrumpió mi nuevo repartidor de agua embotellada, con quien yo todavía no tengo ninguna conexión, pero al parecer Rosi sí, porque en seguida me dejó en mitad de una frase y se fue detrás del repartidor, y lo acompañó en su recorrido por todos los pisos y le reía los chistes con unas carcajadas que me parecieron muy desproporcionadas.
De cualquier manera, me alegro de poder ir haciéndome al barrio y a su gente. Estoy seguro de que no pasará mucho tiempo antes de que pase yo también a formar parte de las historias de Rosi. No me extrañaría que ahora mismo estuviese escuchando detrás de mi puerta el golpeteo de las teclas de la computadora y que esté haciendo conjeturas sobre ese ruido extraño que se oye en mi casa. Después, seguramente, se lo contará a otro vecino y ahí sí, definitivamente, pasaré a ser uno más. Y tengo que admitir que eso me reconforta. Es un buen modo de convertirse en personaje.

lunes, 8 de julio de 2019

Día 56 (bis)

Levrero (Mariano Re)













8 de junio
Me aburro.
Leo, pero no me concentro. Me duele el cuello. Tampoco logro sentarme a trabajar, así que doy vueltas por la casa. Hago cosas rutinarias para olvidarme de que me aburro y de que me duele el cuello. No funciona, sigo aburrido y dolorido. Me pongo a hacer unos ejercicios para estirar el cuello, pero el alivio dura solo unos segundos. Me siento, me levanto, me vuelvo a sentar. Me siento culpable por no estar escribiendo, así que me siento a escribir. En realidad escribo más bien por puro aburrimiento. Me pregunto si servirá de algo y en seguida me viene a la cabeza una frase de Mario Levrero que decía que "vale la pena llegar al aburrimiento, tocar el fondo en el aburrimiento, porque de ahí nacen los impulsos correctos". Ahí mismo se me relaja el cuello y me dejo llevar por el aburrimiento, me abandono hasta tocar fondo en el aburrimiento y espero a que nazcan en mí los impulsos correctos. Espero saber reconocerlos cuando lleguen.

lunes, 1 de julio de 2019

Día 56 (día 3)





















1 de julio
METADIARIO
Bueno, ya está. Ayer por la noche puede entregar, por fin, el cuento para el concurso. Digo cuento, pero en realidad lo que presenté es otra cosa muy distinta. Llamarlo cuento me da cierto pudor. Es una especie de engendro que probablemente ni siquiera califique para ser evaluado. Pero bueno, es todo lo que pude hacer dado que Montauk no estaba de mi parte y se había empeñado en "materializar" un bloqueo creativo bastante potente. Al menos logré presentar algo que era lo que me había propuesto y era lo que le había prometido a mi cuñado. Me quedo tranquilo; porque a pesar de todo conseguí sacar fuerzas de algún lado y llegar hasta el final de la cuestión, que era escribir sobre Montauk. Ahora ya no pienso en el premio. Sería inútil, y Montauk me lo hizo saber. Así que este metadiario puede acabar hoy, aquí, o puede que continúe, en el caso de que algo extraño suceda con el cuento que presenté. Como ya dije, los caminos de Montauk son inescrutables. Veremos.

jueves, 27 de junio de 2019

Día 55

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27 de junio

Hoy estuve revisando lo que llevo escrito en este diario y sí, efectivamente me he alejado del propósito inicial que era el de llevar un diario de la escritura de mi próxima novela. Lo que tengo hasta ahora es, como mucho, un diario de la escritura de mis neurosis. Pero no se me puede criticar. Ni siquiera yo mismo me critico. Porque creo que tal vez, de un modo u otro, pueda rescatar algo de todo esto. Quizás no me sirva como diario de la escritura de la novela que estoy intentando (aunque a un ritmo extremadamente lento) escribir. Pero puede que en algún momento me sirva como diario de otra novela, o de lo que sea. No hay que descartar nada. Eso me dice mi instinto.
En principio, lo que sí debería hacer es empezar por pedir disculpas a aquellos amigos que supieron ver mi deriva y me advirtieron de que la cosa estaba naufragando. Aquellos a quienes en ese momento di la espalda, alegando que TODO tenía que ver con la novela. Lo acepto y rectifico.
Ahora, me propongo arrojarme osadamente a esas aguas revueltas y buscar el modo de volver a encauzar esta barca. Pero no puedo prometer nada. Así que mejor les aviso, desde ahora, a aquellos posibles lectores a quienes pueda incomodarles mi desvarío, que tal vez nunca encuentre el camino de vuelta y que esto siga siendo un simple diario de neurosis y cosas completamente alejadas de la novela; pero siempre cosas muy cercanas a una posible obra de vida. Sólo por si acaso alguna vez se me ocurre, como a Proust, lanzarme "Á la recherche du temps perdu". Voilà.




lunes, 17 de junio de 2019

Día 53

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17 de junio
Mudanza nueva, cuidad nueva. Y, por lo tanto, ansiedades nuevas. Por ejemplo: tengo que dedicar algo de tiempo a buscar un nuevo repartidor de agua embotellada. Voy a extrañar a mi buen amigo Patterson, repartidor de agua/poeta, que pasaba cada viernes a traer mi caja semanal de agua en botellas de vidrio y que cada tanto me leía alguno de los poemas que escribía en su ruta de reparto. Con él podía charlar sobre literatura y los poetas que nos gustaban a los dos. Eran buenos tiempos aquellos. Ahora no sé lo que encontraré aquí, en mi nueva ciudad. Pero no pierdo las esperanzas de encontrar nuevos y extraños amigos. Los tiempos cambian y hay que darles la bienvenida.

miércoles, 12 de junio de 2019

Día 52 (día 1)

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12 de junio

METADIARIO

Por un breve período, espero, me propongo hacer un breve inciso en el diario de escritura de la novela para darle lugar a este que será "el diario de la escritura de un cuento".
La decisión de empezar hoy, aquí, ahora, este metadiario, este diario dentro del diario, se debe a motivos más bien oscuros y, por qué no decirlo, algo esotéricos. Y es que cuando se trata de Montauk todo parece ocurrir de un modo misterioso. Esta vez no ha sido distinto. Por eso pensé que lo mejor sería llevar un diario, para dejar constancia de que los caminos de Montauk son inescrutables.
Intentaré explicarme mejor: hace algunas semanas me llegó un mensaje de mi cuñado con un enlace a un articulo que trataba sobre ciertos eventos relacionados con el Proyecto Montauk. (Lo del Proyecto Montauk es una especie de código secreto que tenemos entre los dos y que hace referencia a una historia que juntos vivimos hace muchos años, cuando los visité a él y a mi hermana en Nueva York). No voy a explicar acá nada sobre el Proyecto Montauk. Si a alguien le interesa no tiene más que buscar en internet y allí dará con toda la información necesaria sobre esa y otras teorías de la conspiración. Únicamente diré que mi cuñado y yo compartimos la creencia de que Montauk tiene el poder de "materializar" los pensamientos.
Fue quizás por eso que ese día, al ver el mensaje de mi cuñado, no me sorprendió nada comprobar, una vez más, que basta que a uno se le dé por pensar en Montauk para que Montauk aparezca. Y es que el día anterior a que me llegase el mensaje, estuve yo pensando bastante en Montauk y en la posibilidad de escribir sobre el tema. De ahí que decidiese responder al mensaje de mi cuñado prometiéndole que esta vez sí, definitivamente, escribiría un cuento sobre Montauk.
Si la casualidad existiese, diría que fue la casualidad la que hizo que al día siguiente de haber recibido dicho mensaje - y de haber decidido escribir sobre Montauk - me llegase otro, esta vez de una buena amiga que me avisaba de un concurso de relatos en el que se ofrecía un sustancioso premio económico. No pude evitar ver la conexión (eso es lo que Montauk siempre provoca en mí) así que, sin demorarme más, me senté a escribir el cuento - albergando la esperanza de que Montauk "materialice" el dinero del premio - y también a escribir este diario de la escritura de ese cuento, para, como ya dije, dejar constancia de cualquier suceso extraño que este elección pueda acarrear. Continuara...

viernes, 24 de mayo de 2019

Día 51

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24 de mayo

Hace varios días escribí por ahí que creía que últimamente había dejado de copiar a otros para copiarme más a mí mismo. Entonces me acordé de que, en la época que viví en Bolonia, se me había dado por pensar que todo lo que yo escribía era una copia fiel del estilo de William Faulkner. Creía con ingenuidad que muchas de mis frases también eran hermosas, largas y sinuosas, subordinada tras subordinada, como las de el escritor norteamericano. Pero ahora que leo mucho más y mejor a Faulkner, me doy cuenta de que el pobre Faulkner nunca fue una victima seria de mis intentos de copia. Por más que me duela, cuando releo aquellos cuadernos, me doy cuenta de que nada tenían que ver mis frases largas e inconexas con la sintaxis maravillosa de este. Y, probablemente, si Faulkner hubiese estado vivo mientras yo vivía en Bolonia, y yo hubiese tenido la oportunidad de enviarle una carta al escritor norteamericano, diciéndole que siempre lo había admirado y que había intentado copiarlo y, además, le hubiese enviado, junto con la carta, una muestra de mi escritura, fiel copia de su estilo, estoy seguro que Faulkner se habría atragantado con el humo de su pipa y con sus carcajadas, y se habría muerto allí mismo, con mi carta en las manos, de la risa. Menos mal que nunca tuve la oportunidad de hacerle llegar esa carta.
Tal vez no se entienda mucho lo que quiero decir con todo esto. Por suerte para mí, si alguien me preguntase qué he querido decir con esto, podría responderle con una frase del propio William Faulkner quien, cuando en una entrevista le preguntaron sobre qué pensaba de que mucha gente, después de haber leído sus libros hasta tres veces, dijese que aún no los entendía, Faulkner le respondió que deberían leerlos una cuarta vez. Así que ya saben, si alguien no ha entendido después de haber leído esto tres veces, que me lea una cuarta. Y listo.

lunes, 13 de mayo de 2019

Día 50

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13 de mayo
Para escribir, cada uno tiene su método. El mío diría que es el método de lo fragmentado. No es casual. Vivo fragmentado, pienso fragmentado y por lo tanto escribo fragmentado. Vida y ficción se entrelazan. Desde muy chico he tenido una vida fragmentada (o quizá deba decir muchas vidas) y eso se refleja inevitablemente en lo que escribo. Mi escritura, pienso, es un reflejo de los caprichosos fragmentos de mi historia.
Así, cada vez que me siento a escribir en la novela, lo hago no siguiendo desde dónde lo había dejado la última vez sino, más bien, partiendo de alguna idea que había previamente anotado en alguno de mis cuadernos (también me he acostumbrado a fragmentar lo que escribo en distintos cuadernos) o en este diario. Estas ideas, por supuesto, no se corresponden con lo que venía escribiendo hasta el momento sino que pueden ser parte de algún capítulo posterior, que aún no he escrito pero que ya tengo en la cabeza. Por lo tanto, puede que tenga escrito el capítulo uno y luego el nueve cuando aún no he completado el dos o el tres. Es entonces cuando me doy cuenta de que la ficción termina siendo exactamente como la vida, una serie de fragmentos sueltos, atomizados, que giran en torno a una idea principal (aunque nunca fija) y que uno no puede hacer otra cosa que ir uniendo estos fragmentos en una especie de patchwork bastante frankensteiniano (y por lo tanto muy romántico), hasta finalmente, con un poco de suerte, tener algo que se parezca a un todo, a una novela o a la vida misma.

jueves, 9 de mayo de 2019

Día 49

















9 de mayo

Escribe Foucault: "más de uno, como yo sin duda, escribe para no tener ningún rostro". De esta afirmación obtengo un inmediata respuesta mental: la tensión - cada vez más arraigada en mí - entre, por un lado, adherir sin condiciones a la idea del filósofo francés y reafirmarme en mi posición de escribir "para no tener ningún rostro", y por otro, en cambio, someterme a la inseguridad y perseguir la línea cada vez más dominante de que lo escrito no vale nada si no se le pone un rostro. Face o no Face, esa parecería ser la cuestión.

miércoles, 8 de mayo de 2019

Día 48














8 de mayo

"En la literatura se sabe lo que no se quiere hacer, porque lo que sí se quiere hacer no siempre resulta logrado al escribir. En cambio, la negatividad nos permite escribir desechando todo lo que no nos interesa".
Ricardo Piglia Los diarios de Emilio Renzi. Los años felices.