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lunes, 23 de septiembre de 2019

Día 66



23 de septiembre

Hoy está siendo un día lento, espeso como el dulce de leche. Un día difícil de digerir.
Si alguien viniese en este momento y me sacudiese con fuerza no lograría hacer que se me caiga ni una sola idea. No hay nada dentro de mí. Soy como una almeja abierta, abandonada en el borde de un plato sucio, a la que alguien ha chupado, absorbido, succionado todo el contenido, incluida la salsita esa que a veces queda en el fondo de la concha. Estoy seco.
En días como este lo único que queda por hacer es leer. (Ayer ya me terminé las relecturas que me había propuesto para este verano. Releí varias cosas que me interesaba releer. Los Cuentos de Raymond Carver, Pájaros en la boca de Samantha Schweblin, Matadero 5 de Kut Vonnegut y Ficciones de Borges. No hubo decepciones, todos aguantaron bien las relecturas).
Pero ahora no tengo nada por leer y eso me llena de angustia. Miré en mi biblioteca para ver qué podía empezar, pero la mayoría de los libros que tengo por leer no me llamaron la atención. Así que ahora estoy pensando ir a dar un paseo hasta la biblioteca y buscar algo que me mueva, algo que llene el vacío, algo que me sacuda y quizás hasta haga sonar algún timbre en mi cabeza que me saque de este letargo creativo. Un letargo que ya va durando demasiado.

viernes, 30 de agosto de 2019

Día 60

post-vacaciones



















30 de agosto
Me despierto o intento despertarme. Me froto los ojos con el dorso de las manos. Bostezo y me desperezo.
Así arranco el primer día postvacacional. Un gran día por delante. Muchas cosas por hacer. Muchos planes. Pero lo primero, escribir. Sí, lo primero, he decidido, será sentarme a escribir en este diario que lleva mucho tiempo abandonado, acumulando polvo virtual, por el parón vacacional. Así es.
Entonces, me pongo a pensar. Pienso en cosas sobre las que podría escribir. Busco ideas para empezar. Necesito, pienso, algo que quede bien para un primer día de trabajo. Algo muy a lo "postvacacional". Porque ahora que he vuelto de las vacaciones, supuestamente recargado de energía (aunque todos sabemos que nadie nunca jamás descansa realmente en unas vacaciones), me he puesto varios objetivos que cumplir. Y es que una vuelta de las vacaciones no es otra cosa que una especie de "segundo año nuevo". Otro momento del año en el que uno se sobrecarga de un montón de metas por conseguir. Y para mí, una de esas metas es la de escribir más seguido en este "diario de la escritura de mi próxima novela" (es decir, lograr que efectivamente esto sea un "diario") y, por lo tanto, escribir más en la novela también. Dos objetivos terriblemente difíciles de conseguir, tengo que reconocer, pero a la vez muy inspiradores para este "segundo año nuevo" que es la vuelta de las vacaciones.
Así que esta mañana. Mientras me estoy sacando las lagañas (o las legañas, según desde el lado del atlántico que se mire) de los ojos, pienso en temas sobre los que podría escribir y me surgen muchas preguntas (¿eso es bueno?, fue lo primero que me pregunté). ¿Debería escribir sobre algo actual y polémico del tipo "la situación política actual en España"?, ¿sobre cómo la izquierda no se pone de acuerdo para formar un gobierno progresista, como habían prometido, mientras la derecha, de la mano de Pablo Casado (con nuevo look "barba corta" muy a lo Rajoy), se frota las manos, pensando que unas posibles elecciones no harían más que favorecerles? Esto fue lo primero que me pregunté, y una vocecita muy aguda y chillona me hizo retumbar la cabeza -que estaba todavía entumecida porque era muy temprano- gritando un terrible y sufrido "¡Nooo! ¡por favor, de eso no!". Así que le hice caso y seguí bajando en la lista de preguntas. ¿Debería, quizás, escribir algo sobre el fenómeno Rosalía que vuelve a estar en auge y, por enésima vez, vuelve a ser criticada y amada y admirada y otras muchas cosas más que brotan de la odiosincrasia general. Y nuevamente esa vocecita chillona y desesperante, pero muy acertada, se niega rotundamente a seguir la estela de ese ferry popular que va directamente a la deriva.
En fin. En todo esto voy pensando mientras me dirijo a la cocina a hacerme un café y cuando me siento delante de la pantalla me doy cuenta de que, con todo esto que llevo pensado hasta ahora, ya tengo bastantes palabras y que con esto me da perfectamente para publicar algo en este diario y seguir con todas las otras cosas que tengo que hacer hoy. Además ya estoy cansado de esa vocecita mandona que me grita todo el tiempo porque no le gusta lo que se me ocurre. Mejor me guardo algunas preguntas más para mañana. No sea cosa que me quede sin ideas tan rápido.