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lunes, 23 de septiembre de 2019

Día 66



23 de septiembre

Hoy está siendo un día lento, espeso como el dulce de leche. Un día difícil de digerir.
Si alguien viniese en este momento y me sacudiese con fuerza no lograría hacer que se me caiga ni una sola idea. No hay nada dentro de mí. Soy como una almeja abierta, abandonada en el borde de un plato sucio, a la que alguien ha chupado, absorbido, succionado todo el contenido, incluida la salsita esa que a veces queda en el fondo de la concha. Estoy seco.
En días como este lo único que queda por hacer es leer. (Ayer ya me terminé las relecturas que me había propuesto para este verano. Releí varias cosas que me interesaba releer. Los Cuentos de Raymond Carver, Pájaros en la boca de Samantha Schweblin, Matadero 5 de Kut Vonnegut y Ficciones de Borges. No hubo decepciones, todos aguantaron bien las relecturas).
Pero ahora no tengo nada por leer y eso me llena de angustia. Miré en mi biblioteca para ver qué podía empezar, pero la mayoría de los libros que tengo por leer no me llamaron la atención. Así que ahora estoy pensando ir a dar un paseo hasta la biblioteca y buscar algo que me mueva, algo que llene el vacío, algo que me sacuda y quizás hasta haga sonar algún timbre en mi cabeza que me saque de este letargo creativo. Un letargo que ya va durando demasiado.

jueves, 4 de octubre de 2018

Día 37

Resultado de imagen de fabian casas

4 de octubre

"Temo al fracaso", me dijo ayer mi amigo Paterson, poeta y repartidor de agua embotellada. Había venido, como cada semana, a dejarme mi caja de agua. Y como mi casa era el destino último de su recorrido, aproveché y lo invité a tomar una cerveza para combatir el calor.
El tono de su frase sonó demasiado grandilocuente, y me di cuenta enseguida de que estaba ensayando conmigo algo que probablemente acabaría por escribir más tarde en alguno de sus poemas. Así que por seguirle un poco el juego, le respondí yo también en un tono de impostada grandilocuencia y puede que además le agregase un deje de melancolía tanguera.
"Qué te voy a contar yo, che, si también soy un fracasado" contesté, y le apoyé una mano en el hombro.
Y después, con la intención de tranquilizarlo un poco, porque vi que su expresión tenía algo de melancolía no impostada, le dije que de todos modos yo creía que los escritores estamos todos un poco abocados al fracaso desde el momento en que cualquier cosa que escribiésemos siempre acababa por fracasar ante nuestros ojos, porque nunca nada está a la altura de lo que en realidad querríamos haber escrito.
Pero creo que mi frase tranquilizadora no funcionó para nada y hasta quizás tuvo el efecto contrario, porque vi cómo su espalda se encorvaba un poco más y ahora parecía como si llevara un enorme peso a sus espaldas.
"Es que hace rato que no escribo nada", me dijo.
Y me contó que creía que su espíritu otoñal, viendo que el verano se alargaba más de la cuenta, había quedado en suspenso a la espera de que las primeras hojas comenzasen a caer.
Mientras lo escuchaba soltar esa frase cargada de poesía, y como nunca creí en el bloqueo, pensé que en realidad lo que le faltaba a mi amigo era algo que le levantase el ánimo. Y me acordé de un artículo que había escrito Fabián Casas en su columna del diario Perfil. Eran unos consejos que le daba a un amigo suyo para cuando no podía escribir. En uno de ellos, que me gustó mucho, decía que para escribir primero hay que ser un lector creativo, es decir, escribir como Pierre Menard, mientras lees.
Así que le dije esto a mi amigo y le pedí que me acompañara a mi estudio porque quería regalarle el libro de Borges, Ficciones, en el que viene el cuento Pierre Menard, autor del Quijote. Le dije que así podría probar a escribir mientras leía y tal vez recuperar esa creatividad que él aseguraba que estaba en suspenso.
Me lo agradeció mucho y, mirando los libros dispuestos en la biblioteca, soltó suspiro de alivio y dijo: "me encanta esta sonrisa de dientes torcidos y desparejos". Y entonces, el que soltó un suspiro de alivio fui yo, porque me di cuenta de que mi amigo había dejado atrás su bloqueo y había vuelto a crear algo.
Nos despedimos un rato después. Él se fue contento con su nuevo libro y dejando atrás su falso bloqueo. Yo me quedé pensando en el cuento de Borges y en aquella frase que decía "Menard (acaso sin quererlo) ha enriquecido mediante una técnica nueva el arte detenido y rudimentario de la lectura..." Y con esa inspiración, me fui inmediatamente a mi estudio a enriquecer el arte detenido y rudimentario de la lectura y pasar la mañana haciendo lo que mejor se me da, leer.
No sea cosa que mi espíritu otoñal se quede en suspenso.