viernes, 14 de diciembre de 2018

Día 43
















14 de diciembre
Sin querer pero en el fondo queriendo, estuve en los últimos días siguiendo uno de los consejos de Roberto Bolaño sobre el arte de escribir cuentos.
Según Bolaño, uno nunca debería escribir los cuentos de uno en uno porque se corre el riesgo de quedar atascado y estar escribiendo el mismo cuento hasta el día de nuestra muerte. "Lo mejor", decía Bolaño, "es escribir los cuentos de tres en tres, o de cinco en cinco. Si te ves con energía suficiente, escríbelos de nueve en nueve o de quince en quince".
Precisamente por miedo a quedarme atascado, me puse el otro día a escribir algunas cosas que me andaban dando vueltas por la cabeza hacía rato y que al final terminaron por convertirse en algo así como una idea para otra novela o para un libro de cuentos o lo que quiera ser.
Surgió como un título y ahora tengo varios bocetos que pueden, lo presiento, degenerar en cualquier cosa.
El título que se me ocurrió es " Fotografías aberrantes tomadas a esa hora en la que todavía no ha oscurecido del todo". un título bastante proniano, tengo que aceptar.
De ahí surgieron un montón de otras cosas horribles, pero en definitiva esa era la idea que venía con el título, es decir, que todo fuese un poco horroroso y que las cosas sucediesen en ese límite impreciso y frágil entre la luz del día y la insondable oscuridad que acecha del otro lado. Flotando, entre medio, aparecerían quizás unos monstruos aberrantes no de esos que se esconden en los armarios o debajo de las camas y que asustan a los chicos, sino más bien esos otros que caminan a nuestro lado y que en apariencia nada raro tienen, pero que son muy pero muy espeluznantes por dentro.
Y así de horrible, horroroso, horripilante y asqueroso sería todo, pero en definitiva muy cotidiano.
El problema mayor de todo esto es que en ningún momento, en sus consejos, Bolaño hablaba de lo que es escribir las novelas de dos en dos o de cinco en cinco ni del problema que esta empresa puede traer para quien la emprenda. Porque ahora me veo metido en el tremendo lío de la escritura en simultaneo de dos proyectos amplios y todo empieza peligrosamente a mezclarse y a enredarse hasta el punto de no saber muy bien dónde estoy parado.
Pero a riesgo de terminar aún peor, por ejemplo de terminar escribiendo novelas de nueve en nueve, creo que continuaré así sin plantearme mucho si un personaje atraviesa la linea y termina participando en la acción de una escena de la otra novela. Como mucho puede que termine ampliando todavía más el título y juntando las dos novelas en algo aberrante. En definitiva, lo importante es escribir.

martes, 11 de diciembre de 2018

Día 42


Resultado de imagen de ligeramente desenfocado


11 de diciembre


Muchas veces me sucede que tengo la sensación de estar al borde de algo pero no sé de qué. Puede aparecer en mitad de cualquier actividad cotidiana: mientras lavo los platos, mientras hago la compra, mientras estoy leyendo. Aparece, en apariencia, de la nada; surge pero no del todo. Se queda como a medio camino y es como si estuviese viendo yo algo a lo lejos, sin los anteojos puestos. Veo un espectro borroso. Ligeramente desenfocado, como diría el fotógrafo Robert Capa. Un esbozo de algo que podría ser una idea, aunque nunca se acerca lo suficiente como para perfilar los contornos. Siempre, sin excepción se queda en nada. 
Después de un rato la sensación se disipa y vuelvo a estar como al principio, es decir, en ese lugar indeterminado en medio de un inmenso vacío. Un lugar que no me pertenece y en el que me siento profundamente incómodo. Es como si estuviese en una fiesta en la que no conozco a nadie y en la que termino invariablemente apoyado en un rincón, con una copa de vino en la mano y mirando a todo el mundo, pensando en cómo podría participar de alguna conversación pero sin tener ningunas ganas de participar en ninguna. La mayoría de las veces el final es el mismo. Me alejo de la fiesta con aire de que me voy porque aquello no me interesa y tengo cosas mucho mejores que hacer, pero en realidad me voy con una sensación de no haber hecho lo que tendría que haber hecho.

Como de costumbre, me convenzo a mí mismo de que esa sensación borrosa que nunca quiere definirse ante mis ojos algún día se hará visible y finalmente tendré mi respuesta. Sabré ya para siempre cuál es mi lugar. 
Mientras tanto escribo. Porque siempre creí que si aparece en el momento exacto en el que estoy escribiendo, quizás pueda atraparla en una frase, o en una única palabra (lo cual sería maravilloso) Sigo escribiendo, muchas veces con los ojos cerrados, apretándolos con fuerza y tecleando con rabia para ver si por fin ese ojo interno, que explora en las ideas, llega a ver bien de qué se trata.
Hoy también, esa sensación, terminó por alejarse sin definirse y nada pude hacer para retenerla a pesar de que puse todo de mí, o eso creo. Siempre me queda, por supuesto, la duda de saber si pude haber hecho algo más.
A veces he llegado incluso a plantearme la posibilidad de hacer psicoanálisis. En argentina es algo muy común. Todo el mundo tiene su psicoanalista personal que semana tras semana le ayuda a definir este tipo de borrosidades. Hablo en el aire, porque, como nunca he ido, no sé si es así; no sé si alguien, alguna vez, llega a definir del todo aquello que no sabe bien qué es.

Ahí apareció de nuevo. Recién me detuve un segundo a sonarme la nariz, y mientras pensaba en lo que acababa de escribir y me limpiaba los mocos, me invadió de nuevo esa sensación. Pero ya se fue. Así, sin más preámbulos, desapareció y me acabo de quedar de nuevo sin respuesta. Voy a dejar de escribir un segundo para ver si vuelve a aparecer.
Cierro los ojos, me paso la mano por la cabeza como haciéndome una caricia. Parece que quiere volver. Ahora se me apareció como una voz sin llegar a ser una voz y me decía que la clave era que si ahora escribía algo lo retomara mañana y no dentro de una semana porque el hilo es muy fino y se rompe. Definir los bordes no es algo que se hace de la noche a la mañana, me dice. Hay que ser consciente de que mucha gente ve borroso toda su vida.
Vuelvo a detenerme. Pienso; o mejor dicho cierro los ojos para ver qué más tiene que decirme.
Me vienen palabras sueltas, pero no llego a decodificarlas. Y ahí llega el horror total: La Distracción Externa. Suena el timbre o alguien me llama o me escribe por teléfono. Es desesperante. Y la ansiedad de saber que esto antes o después sucede es también bastante perturbadora. No deja de acecharme.
Lo que daría por mantener ese estado por mucho más tiempo, quizás indefinidamente. Porque al menos así sabría que ahí está la sensación, que está cerca, casi llegando, y puede que con un poco más de concentración se comiencen a aclarar los bordes y todo empiece a tener mejor definición y se llegue a sintonizar ese canal tan esperado que está trasmitiendo la película que queríamos ver desde hace tanto…
Pero ya se va. Nada, nada, nada. Nunca.
Un final muy beckettiano, por cierto.


lunes, 3 de diciembre de 2018

Día 41

Imagen relacionada


24 de noviembre
Me gusta saber que comparto mi afición por la meteorología con alguien más. Porque, aunque es verdad que la gente por la calle habla siempre del tiempo, en realidad no les importa cómo y por qué suceden esos fenómenos que tanto parecen inquietarles.
Así que fue un placer encontrarme ayer por la mañana que mi amigo Paterson, poeta incansable (y el repartidor del agua embotellada que compro todas las semanas), me dejó por debajo de la puerta un sobre con un poema suyo reciente para que, decía, le diera mi opinión.
No soy un experto en poesía, pero me alegró mucho ver que el poema hablaba del frío y del invierno. Ya casi nadie, me parece, escribe sobre esas cosas.
Reproduzco aquí su poema "Invierno".


Invierno.
Las ventanas cerradas.

La noche,
Demasiado temprano,
Es la primera invitada en llegar.

El queso y el vino esperan
En la mesa a los amigos
Que se van sumando,
Llegan goteando

A esta reunión
Para sumergirse
En el humo, las discusiones, las risas
Hasta que el jueves, deprisa
Le ceda el paso al viernes
Y todos felices al fin
Que casi llega el fin 
De semana.

Un ente
Monótono
Y aburrido; repetido
Hasta el cansancio. 

Yo,
Por las dudas,
Me escapo hacia adentro.
En casa, encerrado.
Peligroso animal
Hibernando.