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jueves, 31 de octubre de 2019

Día 68

blog de mariano re
31 de octubre
Cuatro páginas. Nada mal. Las acabo de releer y no todo es desechable. Hay, creo, algunas cositas que se pueden rescatar. Me bastaría con quedarme dos o tres párrafos para salir victorioso de ese campo de lucha que es mi escritorio. Así y todo, siento que en los últimos tiempos nada parece suficiente. Y es que escribir debería ser algo de todos los días. No se puede dejar pasar mucho tiempo entre unas páginas y otras. Se pierde la voz, el ritmo y yo qué sé cuantas cosas más. Es como la anécdota de ese pianista que decía que si no tocaba un día lo notaba él, si no tocaba dos, lo notaba la crítica, y si no tocaba tres, lo notaba el público. En mi caso, estoy convencido de que si un niño de tres años pudiese leer lo que escribo últimamente, notaría de inmediato que no estoy escribiendo lo suficiente. Pero no debería quejarme tanto. Bastante es haber escrito estas cuatro páginas y encima creer que de allí se puede rescatar algo. No seamos pesimistas y pensemos que avanzamos. Eso tiene que valer.
Cambiando de tema y de animos, quiero dejar plasmado en el diario mi felicidad porque salió la nueva temporada de La casa de las flores. Es como revivir aquellas tardecitas en casa de la abuela, mirando las telenovelas a la hora de la siesta. Pero mucho más netflixiano.

jueves, 4 de octubre de 2018

Día 37

Resultado de imagen de fabian casas

4 de octubre

"Temo al fracaso", me dijo ayer mi amigo Paterson, poeta y repartidor de agua embotellada. Había venido, como cada semana, a dejarme mi caja de agua. Y como mi casa era el destino último de su recorrido, aproveché y lo invité a tomar una cerveza para combatir el calor.
El tono de su frase sonó demasiado grandilocuente, y me di cuenta enseguida de que estaba ensayando conmigo algo que probablemente acabaría por escribir más tarde en alguno de sus poemas. Así que por seguirle un poco el juego, le respondí yo también en un tono de impostada grandilocuencia y puede que además le agregase un deje de melancolía tanguera.
"Qué te voy a contar yo, che, si también soy un fracasado" contesté, y le apoyé una mano en el hombro.
Y después, con la intención de tranquilizarlo un poco, porque vi que su expresión tenía algo de melancolía no impostada, le dije que de todos modos yo creía que los escritores estamos todos un poco abocados al fracaso desde el momento en que cualquier cosa que escribiésemos siempre acababa por fracasar ante nuestros ojos, porque nunca nada está a la altura de lo que en realidad querríamos haber escrito.
Pero creo que mi frase tranquilizadora no funcionó para nada y hasta quizás tuvo el efecto contrario, porque vi cómo su espalda se encorvaba un poco más y ahora parecía como si llevara un enorme peso a sus espaldas.
"Es que hace rato que no escribo nada", me dijo.
Y me contó que creía que su espíritu otoñal, viendo que el verano se alargaba más de la cuenta, había quedado en suspenso a la espera de que las primeras hojas comenzasen a caer.
Mientras lo escuchaba soltar esa frase cargada de poesía, y como nunca creí en el bloqueo, pensé que en realidad lo que le faltaba a mi amigo era algo que le levantase el ánimo. Y me acordé de un artículo que había escrito Fabián Casas en su columna del diario Perfil. Eran unos consejos que le daba a un amigo suyo para cuando no podía escribir. En uno de ellos, que me gustó mucho, decía que para escribir primero hay que ser un lector creativo, es decir, escribir como Pierre Menard, mientras lees.
Así que le dije esto a mi amigo y le pedí que me acompañara a mi estudio porque quería regalarle el libro de Borges, Ficciones, en el que viene el cuento Pierre Menard, autor del Quijote. Le dije que así podría probar a escribir mientras leía y tal vez recuperar esa creatividad que él aseguraba que estaba en suspenso.
Me lo agradeció mucho y, mirando los libros dispuestos en la biblioteca, soltó suspiro de alivio y dijo: "me encanta esta sonrisa de dientes torcidos y desparejos". Y entonces, el que soltó un suspiro de alivio fui yo, porque me di cuenta de que mi amigo había dejado atrás su bloqueo y había vuelto a crear algo.
Nos despedimos un rato después. Él se fue contento con su nuevo libro y dejando atrás su falso bloqueo. Yo me quedé pensando en el cuento de Borges y en aquella frase que decía "Menard (acaso sin quererlo) ha enriquecido mediante una técnica nueva el arte detenido y rudimentario de la lectura..." Y con esa inspiración, me fui inmediatamente a mi estudio a enriquecer el arte detenido y rudimentario de la lectura y pasar la mañana haciendo lo que mejor se me da, leer.
No sea cosa que mi espíritu otoñal se quede en suspenso.