domingo, 18 de noviembre de 2018

Día 40

Resultado de imagen de la muerte del autor barthes

18 de noviembre

Hoy por la mañana me desperté sintiéndome raro. Algo me incomodaba. Pero no fue sino hasta después de desayunar, leer las noticias del día y de dar un repaso a los principales suplementos culturales, es decir, cuando ya estuve bien despierto, cuando me di cuenta de que lo que tenía era nostalgia. Pero no era una nostalgia cualquiera. Era una nostalgia que se me ocurrió llamar "Nostalgia de Barthes".
Me explico: mi nostalgia de Barthes es un sentimiento de que en los últimos tiempos la literatura se está alejando cada vez más irremediablemente de aquellas teorías, para mí tan reveladoras, sobre la muerte del autor y el consecuente nacimiento del lector, que promulgó el francés a principios de los setenta. 
Hoy, me parece, hay un interés creciente en resucitar la figura del autor. Y los lectores, cada vez menos imaginativos, y ávidos de información sobre las vidas de esos autores, en lugar de buscar nuevos significados y de sumergirse en maravillosos mundos imaginarios, al parecer, prefieren creer que todo lo que se escribe es real, biográfico. Qué maravilloso que es, dicen estos lectores, que al autor le sucedan esas cosas tan increíbles y divertidas o dramáticas y tristes. Y después de haber leído esa novela tan publicitada (cuanto más aparezca por todos lados mejor), salen corriendo a escribirles a los autores por las redes sociales para contarles lo mucho que empatizan con lo que les ha sucedido, porque ellos también han vivido algo similar.
Barthes, no lo dudo, estaría horrorizado al ver que su "hijo lector", al que concibió como un lector crítico, en busca de multiplicidad de significados en los textos, hoy se haya quedado tan cerca de la superficie. El de hoy es un lector que en lugar de nadar y sumergirse, o flotar de cara al cielo, con los ojos cerrados y una sonrisa de placer en el rostro, dejándose llevar por las ondulaciones de la imaginación, se queda cerca del borde de la pileta, para estar seguro de que nunca se ahogará en esas oscuras profundidades.
Pero así son los hijos le diría yo a Barthes. Muchos tienden a alejarse de lo que los padres hubiesen querido para ellos.
Esos hijos que engendró Barthes, hoy, ya mayores, parecen tan alejados de su padre, que se les ha ocurrido crear una especie de secta que bien se podría llamar "los seguidores del autor". Lo adoran y le montan altares en los que ponen sus libros junto a las fotos ampliadas de la contraportada. Le encienden velas y todos los domingos van a verlo contar sus increíbles pero tan realistas historias en algún bar del centro. O lo siguen en las redes, donde, por suerte, va agregando historias que amplían las historias ya leídas. Lectores que cuando se juntan, hablan de cuán original les parecen las historias que les suceden a sus autores favoritos y lo increíble que es que les pasen cosas tan bizarras.
Estos lectores, en lugar de ser creadores de significado, como esperaba y quería Barthes, son más bien creadores de autores.
Es la muerte de la imaginación, le diría hoy a Barthes si lo tuviese delante. Pero por desgracia no está aquí. Y yo siento nostalgia.
Nostalgia de Barthes.