jueves, 5 de agosto de 2021
viernes, 21 de mayo de 2021
Día 78
¿Es un pájaro?, ¿es un avión?
Por un momento, parece como si el tiempo se ralentizara. Puedo ver cada detalle, cada movimiento con claridad. Veo cómo atraviesa la habitación; el modo en que da vueltas y se dirige hacia mí, mientras yo estoy inmóvil, sin poder reaccionar.
Me sorprendió a contrapié, mientras corría alrededor de la mesa en un intento inútil por escapar. Ella supo anticipar mi movimiento, supo ver hacia dónde me dirigía. Siento una gran admiración por esa habilidad suya. Es como un superpoder que tiene. Ahora no hay nada que yo pueda hacer para evitar el golpe certero. Así que me resigno y espero. Y mientras espero, lo observo todo para intentar grabar en mi mente todos esos movimientos. Quiero ver cómo lo hace, aprender de ella. Mañana, cuando esté más calmada, quizás se lo pregunte. Tal vez ella me cuente cuál es su secreto. Quiero saber cómo hace mi madre para arrojar la chancla con esa precisión.
miércoles, 21 de abril de 2021
Día 77
21 de abril
"Si no entiendes algo, puedes hacer que signifique cualquier cosa". Chuck Palahniuk
"Porque entender puede ser una condena. Y no entender, la puerta que se abre" E. Vila-Matas.
Yo no entiendo nada y por eso hago que esto signifique cualquier cosa, como por ejemplo: que hay conexiones en la literatura que nunca voy a entender, pero que son unas puertas abiertas de par en par por las que entro sin pedir permiso.
sábado, 6 de marzo de 2021
Día 76
VOCES EN LA NOCHE
El Escritor Que Hay En Mí me despertó en mitad de la noche. «Despertate», me susurró al oído, «tengo una idea para un cuento». Yo estiré la mano hasta la mesa de noche y miré la hora en el teléfono. «¿Te das cuenta de la hora que es? Son las tres de la mañana. Si se despierta el bebé te destierro», lo amenacé. «Pero es que la idea es muy buena», me dijo, alegando que ya no se nos ocurrían ideas tan buenas y que no le gustaría dejarla escapar. Tuve que levantarme y llevármelo al baño para poder hablar más tranquilos. Intenté ser comprensivo con él. «Ya no estamos para estas cosas», le dije, «antes podíamos permitirnos despertarnos en mitad de la noche y ponernos a escribir un rato, pero ahora...». No quise seguir. Me sentí mal cuando vi su cara de tristeza. «Escribir lo es todo para mí», me dijo. «No me vengas con esas», repliqué susurrando, pero ya un poco más enojado. «Si escribir lo es todo para vos, por qué no dejás de ver tanta serie en tus ratos libres y te sentás delante de la máquina a escribir». Creo que mi respuesta lo ofendió porque de repente se giró y volvió a la cama a fingir que dormía. Al otro día no me dirigió la palabra. Eso sí, cuando cayó la noche y el bebé se durmió, sin mediar palabra, se sentó a ver varios capítulos de una serie, pero no dejó que se le hiciese demasiado tarde. Creo que estaba cansado. Al día siguiente ya me volvió a hablar, aunque no tocó más el tema de la escritura. Lo entiendo, es un tema delicado para ambos.
jueves, 10 de diciembre de 2020
Día 75
Variaciones porteñas
UNO
Un viaje es un viaje, nada más. No hay que buscar una metáfora en todo.Este viaje empieza en otoño en Tenerife y llega un día después a la primavera de Buenos Aires. Vuelvo a casa de visita.
Ya pasaron casi tres años de la última vez y de esa última visita conservo una imagen borrosa y ligeramente deformada.
Como siempre que vuelvo, el viaje empieza con un paseo. Una especie de primera toma de contacto en la que visito ciertos lugares que antes solía frecuentar.
La ciudad por la que ahora camino no es la misma en la que crecí, pero, a la vez, conserva muchas cosas que ponen en entredicho la frase anterior. Estos paseos tienen como objetivo encontrar puntos de referencia en los que volver a apoyarme. Mientras camino, no paro de contrastar la información que me envían mis recuerdos con lo que mis ojos ven. Donde antes había una casa, ahora hay un edificio. El almacén del barrio se ha convertido ahora en un supermercado. Hay calles en las que no encuentro ni una sola estructura que pueda reconocer. En esta Buenos Aires, me siento como un personaje extraviado, moviendo la cabeza a un lado y a otro en busca de puntos de referencia para orientarme. Me cuesta incluso reconocer el entramado de calles de mi barrio. Hay nombres de calles que, me doy cuenta, había olvidado por completo. Nombres que años atrás podía recitar de memoria, uno detrás de otro, abarcando un radio de varios kilómetros a la redonda.
Pero no todo es así. Hay ciertos lugares como los cafés, las estaciones de tren y las plazas, que representan las tres patas que, a duras penas, sostienen una mesa sobre la que se tambalea una ciudad que crece sin control.
Son, esos lugares, de los pocos a los que puedo ir sin tener la sensación de estar en algún otro sitio. Un buen ejemplo es el café Pensamiento, sobre la avenida José María Moreno, donde ahora me siento y pido un café con leche y tres medialunas. Los dueños no me reconocen, pero yo a ellos sí. Son dos gemelos gallegos que desde hace casi cincuenta años mantienen en pie este maravilloso rincón. En todo ese tiempo, ni el bar perdió su esencia ni ellos el acento gallego. Aquí venía mi viejo a tomar el aperitivo los domingos antes del almuerzo. Aquí venía yo cuando era chico a pedir un vaso de agua después de haber estado jugando al fútbol en la calle de enfrente. Yo estoy muy cambiado, pero el café no.
Desde que dejé la ciudad, hace casi veinte años, adopté la costumbre de venir acá a desayunar la primera mañana, cada vez que vuelvo de visita a Buenos Aires. Es mi puerta de entrada al barrio y a la ciudad. Un punto de partida. De ahí ya puedo enfrentarme a todo lo demás.
Decía antes que yo cambié, y siento que cambié a la par que Buenos Aires. Que hemos crecido, y también madurado y envejecido juntos. A ella le sienta mucho mejor, claro.
Cada vez que nos volvemos a ver notamos el paso del tiempo sobre nuestras superficies.
Mi arquitectura ha sufrido grandes cambios al igual que la suya. Con la única diferencia que la suya, menos caprichosa, se expande hacia arriba y hacia los lados, mientras que la mía se empeña ir hacia abajo, derrumbándose a buen ritmo.
Salgo del Pensamiento y camino algunas cuadras hasta Parque Rivadavia, otro de los pocos rincones que resiste con firmeza el paso de los años. En mi recuerdo, todo está exactamente igual que cuando venía a la calesita con mi mamá o, ya de adolescente, a comprar libros usados o casetes piratas.
lunes, 28 de septiembre de 2020
Día 74
Cuando llego al café de la esquina escribo todo esto en pocos minutos y después me relajo y disfruto de un café con leche espumoso, y me dedico a ver la gente pasar caminando al otro lado del cristal y a intuir las palabras que se esconden bajo sus mascarillas y en esas miradas. Si uno sabe mirar puede encontrar historias bajo cualquier mascarilla obligatoria. Pero yo no tengo el tiempo suficiente para escribir esas historias. Mi hora libre del día se acaba. Esto del tiempo es complicado.
lunes, 21 de septiembre de 2020
Día 73
Dos son las razones por las que me he decidido a cambiar el título de este diario. La primera tiene que ver con el hecho de que llevo un tiempo trabajando en un nuevo proyecto que lleva ese mismo nombre. Son una serie de textos sobre una Buenos Aires que ya no existe, una Buenos Aires que es una variación de la ciudad que hoy está en el lugar en el que estaba la ciudad en la que crecí.
Pero no sólo eso. Porque esos textos, me doy cuenta, son también una variación de aquella Buenos Aires, puesto que la memoria traiciona, deforma, engaña, desfigura, y por lo tanto su arquitectura será también variable. Una calle puede que aparezca donde no debería, un bar en lugar de otro. La segunda razón, y quizás las más importante, es una razón que desde el principio de los tiempos ha sido utilizada por madres y padres para reforzar una postura o una verdad personal. Me refiero a esa célebre y celebrada frase que acababa con cualquier posible discusión o alegato por parte de los hijos: «porque sí, porque lo digo yo». Con esto, espero que quede claro que el cambio del título de este diario obedece más a un capricho que una necesidad.