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viernes, 6 de septiembre de 2019

Día 62

Mariano Re

6 de septiembre
    Hoy, tres páginas completas (horribles, eso sí).
    Después me sentí tan completo, tan realizado, que decidí tomarme el día libre y me fui a la playa. Eso fue todo. Hay días que son así: simples y agradables. Y pienso que eso está bien. Que así tiene que ser. Tiene que haber equilibro en esta vida. No puedo concebir que todos los días sean duros y complicados. Días de arduo trabajo, llenos de obstáculos y de páginas en blanco, sin ninguna recompensa. Ni hablar. A veces uno tiene que tener sus tres páginas (horribles), que lo hagan sentirse útil, y luego poder tomarse el resto del día para contemplar la vida y poder digerir todo lo demás.
    Por eso, hoy, aquí en la playa, lo contemplo todo. Lo contemplo todo con los ojos entrecerrados, porque la luz del sol es tan fuerte que me ciega. Lo contemplo todo a contraluz y pienso en los fuertes contrastes de la vida. Veo siluetas negras ir de acá para allá. Veo una sombra, con forma de pelota, que se eleva hacia el cielo y vuelve a caer. Y escucho risas y pedazos de conversaciones sobre historias de amor interrumpidas y sobre cómo preparar una buena lubina al horno, con romero y perejil. Todo esto se mezcla con el sonido del mar (esto queda un poco cursi, buscar otras impresiones). Y poco a poco dejo que los ojos se vayan cerrando. Que el estado contemplativo se vaya disolviendo y se vaya volviendo sueño. Y me dejo arrastrar por eso que podríamos llamar "siesta en la playa". Y antes de dormirme pienso en que no hay nada mejor que una siesta sobre la arena tibia despues de haber escrito tres páginas (horribles) y haber contemplado el mundo a contraluz.

lunes, 2 de septiembre de 2019

Día 61


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2 de septiembre
Por la mañana:
    Anoche tuve un sueño perturbador. Soñé que estaba parado delante de un cuadro con el nombre "verde sobre fondo blanco". Recuerdo que Rodrigo Fresán decía que a él le molestaban esas obras de arte que llevan por nombre "sin título" y a continuación un número. A mí, en cambio, lo que más me molesta son esos cuadros que llevan el tipo de nombre como el que se me apareció en sueños.
    En el sueño en cuestión, creo que no veía el cuadro en sí, sino que me veía a mí mismo mirando la placa con ese nombre: "verde sobre fondo blanco". Pero estoy casi seguro de que no vi el cuadro, ni tampoco los colores.
    Pero el sueño no lo recordé hasta bien entrada la mañana. Nunca me acuerdo de los sueños. Eso sí, me desperté con una extraña sensación. Una especie de necesidad de cambiar algunas cosas de lugar en mi estudio. No podía soportar tanto blanco. Así como está ahora, pensé, no voy a poder trabajar. Demasiado minimalista, demasiado blanco. Entonces me puse a mover muebles de una lado para otro y a pensar en qué cosas podría poner para decorarlo, y en ese momento me acordé del sueño que había tenido y de la extraña sensación que me produjo.

Por la tarde:
    Compré algunas plantas preciosas para poner en el estudio. El verde sobre el blanco queda estupendo. Creo también que con la nueva distribución de los muebles optimizo más el espacio. Tengo más aire alrededor para trabajar y quizás, quién sabe, poder bailar cuando se me ocurra una idea fantástica. Aunque la verdad es que, como me golpeé el dedo chico del pie mientas movía el escritorio y ahora me está matando el dolor, hoy no creo que baile, por más que se me ocurra una idea genial. Y, ahora que lo pienso mejor, tampoco creo que sea buena idea ponerme a trabajar porque estoy agotado de tanto arrastrar muebles de acá para allá. Pero seguro que mañana, con el nuevo estilo verde sobre blanco del estudio, me vendrá la inspiración. Fijo.

viernes, 30 de agosto de 2019

Día 60

post-vacaciones



















30 de agosto
Me despierto o intento despertarme. Me froto los ojos con el dorso de las manos. Bostezo y me desperezo.
Así arranco el primer día postvacacional. Un gran día por delante. Muchas cosas por hacer. Muchos planes. Pero lo primero, escribir. Sí, lo primero, he decidido, será sentarme a escribir en este diario que lleva mucho tiempo abandonado, acumulando polvo virtual, por el parón vacacional. Así es.
Entonces, me pongo a pensar. Pienso en cosas sobre las que podría escribir. Busco ideas para empezar. Necesito, pienso, algo que quede bien para un primer día de trabajo. Algo muy a lo "postvacacional". Porque ahora que he vuelto de las vacaciones, supuestamente recargado de energía (aunque todos sabemos que nadie nunca jamás descansa realmente en unas vacaciones), me he puesto varios objetivos que cumplir. Y es que una vuelta de las vacaciones no es otra cosa que una especie de "segundo año nuevo". Otro momento del año en el que uno se sobrecarga de un montón de metas por conseguir. Y para mí, una de esas metas es la de escribir más seguido en este "diario de la escritura de mi próxima novela" (es decir, lograr que efectivamente esto sea un "diario") y, por lo tanto, escribir más en la novela también. Dos objetivos terriblemente difíciles de conseguir, tengo que reconocer, pero a la vez muy inspiradores para este "segundo año nuevo" que es la vuelta de las vacaciones.
Así que esta mañana. Mientras me estoy sacando las lagañas (o las legañas, según desde el lado del atlántico que se mire) de los ojos, pienso en temas sobre los que podría escribir y me surgen muchas preguntas (¿eso es bueno?, fue lo primero que me pregunté). ¿Debería escribir sobre algo actual y polémico del tipo "la situación política actual en España"?, ¿sobre cómo la izquierda no se pone de acuerdo para formar un gobierno progresista, como habían prometido, mientras la derecha, de la mano de Pablo Casado (con nuevo look "barba corta" muy a lo Rajoy), se frota las manos, pensando que unas posibles elecciones no harían más que favorecerles? Esto fue lo primero que me pregunté, y una vocecita muy aguda y chillona me hizo retumbar la cabeza -que estaba todavía entumecida porque era muy temprano- gritando un terrible y sufrido "¡Nooo! ¡por favor, de eso no!". Así que le hice caso y seguí bajando en la lista de preguntas. ¿Debería, quizás, escribir algo sobre el fenómeno Rosalía que vuelve a estar en auge y, por enésima vez, vuelve a ser criticada y amada y admirada y otras muchas cosas más que brotan de la odiosincrasia general. Y nuevamente esa vocecita chillona y desesperante, pero muy acertada, se niega rotundamente a seguir la estela de ese ferry popular que va directamente a la deriva.
En fin. En todo esto voy pensando mientras me dirijo a la cocina a hacerme un café y cuando me siento delante de la pantalla me doy cuenta de que, con todo esto que llevo pensado hasta ahora, ya tengo bastantes palabras y que con esto me da perfectamente para publicar algo en este diario y seguir con todas las otras cosas que tengo que hacer hoy. Además ya estoy cansado de esa vocecita mandona que me grita todo el tiempo porque no le gusta lo que se me ocurre. Mejor me guardo algunas preguntas más para mañana. No sea cosa que me quede sin ideas tan rápido.

lunes, 22 de julio de 2019

Día 58

Cotilleos, Mariano Re
22 de junio

De la novela nada de nada. No hay caso. Cada vez que intento ponerme a trabajar en ella empiezo desde el principio. Solo se me ocurren variaciones del principio. No hay manera de que pueda continuar desde donde lo había dejado. Las escenas nuevas que debería estar construyendo se me escapan, se diluyen en el mismo momento en que me siento a trabajar. Por lo tanto, he decidido dejar de pensar en la novela y dedicarme a desarrollar otras ideas que hace rato me están rondando por la cabeza. Sobre todo para unos cuentos. Algo de respiración corta, asmática. Eso es lo mío últimamente (es que me ha atacado una tos bastante importante y no se me va). Creo que es lo mejor para no sentir que me quedo estancado o que empiezo las cosas una y otra vez. A veces ese tipo de obsesiones cansa y no sirven de nada. Es como cuando alguien te dice algo con mala intención y te vas a casa sin haberle respondido nada, pero le das mil vueltas a todo lo que tendrías y podrías haberle dicho, y te pasas así las siguientes horas formulando y fabulando las frases más ingeniosas y certeras que nunca salieron de tu boca en el momento adecuado.
Pero me estoy desviando. Volviendo al tema de los cuentos, hoy por ejemplo me pasé toda la mañana retocando unos cuentos viejos que tenía archivados. Los releí y no estaban tan mal (no sé si está bien que lo diga yo), así que me dispuse a arreglarlos. Digo que pasé toda la mañana pero es mentira. En realidad fueron solo un par de horas. La otra parte de la mañana la pasé en la puerta de calle, charlando con Rosi, la portera del edificio nuevo en el que vivo. Me contó un montón de cosas interesantes sobre los vecinos. Cosas que, en realidad, me decían mucho más sobre quién era ella que sobre quién eran mis vecinos, pero bueno. La cuestión es que me puso al día de cómo están las cosas por el vecindario. Para que me vaya enterando de dónde me metí, me dijo Rosi. "No crea que me gusta hablar mal de la gente", agregó. Y después me advirtió sobre ciertas malas compañías que visitaban a la chica del tercero, y sobre los ruidos extraños que se escuchaban los domingos por la tarde en el segundo piso. No supe a qué se refería con eso de "ruidos extraños", pero puede que lo compruebe más adelante, algún domingo. Así que me entretuve un buen rato con las historias de Rosi. Y hubiésemos seguido charlando si no fuese porque en un momento nos interrumpió mi nuevo repartidor de agua embotellada, con quien yo todavía no tengo ninguna conexión, pero al parecer Rosi sí, porque en seguida me dejó en mitad de una frase y se fue detrás del repartidor, y lo acompañó en su recorrido por todos los pisos y le reía los chistes con unas carcajadas que me parecieron muy desproporcionadas.
De cualquier manera, me alegro de poder ir haciéndome al barrio y a su gente. Estoy seguro de que no pasará mucho tiempo antes de que pase yo también a formar parte de las historias de Rosi. No me extrañaría que ahora mismo estuviese escuchando detrás de mi puerta el golpeteo de las teclas de la computadora y que esté haciendo conjeturas sobre ese ruido extraño que se oye en mi casa. Después, seguramente, se lo contará a otro vecino y ahí sí, definitivamente, pasaré a ser uno más. Y tengo que admitir que eso me reconforta. Es un buen modo de convertirse en personaje.

viernes, 12 de julio de 2019

Día 57



12 de julio

"Leer es soñar de la mano de otro", dice Pessoa. Y yo lo leo a él y sueño, agarrando fuerte su mano para que no se me escape.

lunes, 8 de julio de 2019

Día 56 (bis)

Levrero (Mariano Re)













8 de junio
Me aburro.
Leo, pero no me concentro. Me duele el cuello. Tampoco logro sentarme a trabajar, así que doy vueltas por la casa. Hago cosas rutinarias para olvidarme de que me aburro y de que me duele el cuello. No funciona, sigo aburrido y dolorido. Me pongo a hacer unos ejercicios para estirar el cuello, pero el alivio dura solo unos segundos. Me siento, me levanto, me vuelvo a sentar. Me siento culpable por no estar escribiendo, así que me siento a escribir. En realidad escribo más bien por puro aburrimiento. Me pregunto si servirá de algo y en seguida me viene a la cabeza una frase de Mario Levrero que decía que "vale la pena llegar al aburrimiento, tocar el fondo en el aburrimiento, porque de ahí nacen los impulsos correctos". Ahí mismo se me relaja el cuello y me dejo llevar por el aburrimiento, me abandono hasta tocar fondo en el aburrimiento y espero a que nazcan en mí los impulsos correctos. Espero saber reconocerlos cuando lleguen.

lunes, 1 de julio de 2019

Día 56 (día 3)





















1 de julio
METADIARIO
Bueno, ya está. Ayer por la noche puede entregar, por fin, el cuento para el concurso. Digo cuento, pero en realidad lo que presenté es otra cosa muy distinta. Llamarlo cuento me da cierto pudor. Es una especie de engendro que probablemente ni siquiera califique para ser evaluado. Pero bueno, es todo lo que pude hacer dado que Montauk no estaba de mi parte y se había empeñado en "materializar" un bloqueo creativo bastante potente. Al menos logré presentar algo que era lo que me había propuesto y era lo que le había prometido a mi cuñado. Me quedo tranquilo; porque a pesar de todo conseguí sacar fuerzas de algún lado y llegar hasta el final de la cuestión, que era escribir sobre Montauk. Ahora ya no pienso en el premio. Sería inútil, y Montauk me lo hizo saber. Así que este metadiario puede acabar hoy, aquí, o puede que continúe, en el caso de que algo extraño suceda con el cuento que presenté. Como ya dije, los caminos de Montauk son inescrutables. Veremos.

jueves, 27 de junio de 2019

Día 55

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27 de junio

Hoy estuve revisando lo que llevo escrito en este diario y sí, efectivamente me he alejado del propósito inicial que era el de llevar un diario de la escritura de mi próxima novela. Lo que tengo hasta ahora es, como mucho, un diario de la escritura de mis neurosis. Pero no se me puede criticar. Ni siquiera yo mismo me critico. Porque creo que tal vez, de un modo u otro, pueda rescatar algo de todo esto. Quizás no me sirva como diario de la escritura de la novela que estoy intentando (aunque a un ritmo extremadamente lento) escribir. Pero puede que en algún momento me sirva como diario de otra novela, o de lo que sea. No hay que descartar nada. Eso me dice mi instinto.
En principio, lo que sí debería hacer es empezar por pedir disculpas a aquellos amigos que supieron ver mi deriva y me advirtieron de que la cosa estaba naufragando. Aquellos a quienes en ese momento di la espalda, alegando que TODO tenía que ver con la novela. Lo acepto y rectifico.
Ahora, me propongo arrojarme osadamente a esas aguas revueltas y buscar el modo de volver a encauzar esta barca. Pero no puedo prometer nada. Así que mejor les aviso, desde ahora, a aquellos posibles lectores a quienes pueda incomodarles mi desvarío, que tal vez nunca encuentre el camino de vuelta y que esto siga siendo un simple diario de neurosis y cosas completamente alejadas de la novela; pero siempre cosas muy cercanas a una posible obra de vida. Sólo por si acaso alguna vez se me ocurre, como a Proust, lanzarme "Á la recherche du temps perdu". Voilà.




viernes, 21 de junio de 2019

Día 54 (día 2)

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METADIARIO
Segundo día.

Sucedió lo que tanto me temía: Montauk ha vuelto a hacer de las suyas.
Pensando mucho en el dinero del premio del concurso de relatos, pero también pensando peligrosamente en un posible bloqueo creativo, Montauk ha materializado lo segundo y ahora no puedo escribir nada. Algunos llamarían a esto un bloqueo ante la página en blanco o simplemente quedarse en blanco. Pero para mí no hay nada de blanco en todo esto. Yo lo veo todo más bien negro. Un vacío oscuro en el que me muevo a tientas para encontrar una salida.
Recuerdo que en una entrevista le preguntaron a Borges cómo se le ocurrían las historias que escribía. Y él respondió que muchas veces le venía a la cabeza una frase, o un comienzo, o a veces incluso el final de una historia, y de ahí empezaba a escribir sin saber muy bien adonde se dirigía. Yo, en este momento, podría tener todas esas cosas juntas, e incluso algunas más, y aun así no podría escribir ni una linea. Pero, claro, Borges es Borges.
Lo único que me queda por esperar es que Montuak materialice alguna idea sobre cómo contar todo lo que quisiera contar sobre Montuak. Así que habrá que pensar en todo eso con mucha fuerza.

lunes, 17 de junio de 2019

Día 53

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17 de junio
Mudanza nueva, cuidad nueva. Y, por lo tanto, ansiedades nuevas. Por ejemplo: tengo que dedicar algo de tiempo a buscar un nuevo repartidor de agua embotellada. Voy a extrañar a mi buen amigo Patterson, repartidor de agua/poeta, que pasaba cada viernes a traer mi caja semanal de agua en botellas de vidrio y que cada tanto me leía alguno de los poemas que escribía en su ruta de reparto. Con él podía charlar sobre literatura y los poetas que nos gustaban a los dos. Eran buenos tiempos aquellos. Ahora no sé lo que encontraré aquí, en mi nueva ciudad. Pero no pierdo las esperanzas de encontrar nuevos y extraños amigos. Los tiempos cambian y hay que darles la bienvenida.

miércoles, 12 de junio de 2019

Día 52 (día 1)

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12 de junio

METADIARIO

Por un breve período, espero, me propongo hacer un breve inciso en el diario de escritura de la novela para darle lugar a este que será "el diario de la escritura de un cuento".
La decisión de empezar hoy, aquí, ahora, este metadiario, este diario dentro del diario, se debe a motivos más bien oscuros y, por qué no decirlo, algo esotéricos. Y es que cuando se trata de Montauk todo parece ocurrir de un modo misterioso. Esta vez no ha sido distinto. Por eso pensé que lo mejor sería llevar un diario, para dejar constancia de que los caminos de Montauk son inescrutables.
Intentaré explicarme mejor: hace algunas semanas me llegó un mensaje de mi cuñado con un enlace a un articulo que trataba sobre ciertos eventos relacionados con el Proyecto Montauk. (Lo del Proyecto Montauk es una especie de código secreto que tenemos entre los dos y que hace referencia a una historia que juntos vivimos hace muchos años, cuando los visité a él y a mi hermana en Nueva York). No voy a explicar acá nada sobre el Proyecto Montauk. Si a alguien le interesa no tiene más que buscar en internet y allí dará con toda la información necesaria sobre esa y otras teorías de la conspiración. Únicamente diré que mi cuñado y yo compartimos la creencia de que Montauk tiene el poder de "materializar" los pensamientos.
Fue quizás por eso que ese día, al ver el mensaje de mi cuñado, no me sorprendió nada comprobar, una vez más, que basta que a uno se le dé por pensar en Montauk para que Montauk aparezca. Y es que el día anterior a que me llegase el mensaje, estuve yo pensando bastante en Montauk y en la posibilidad de escribir sobre el tema. De ahí que decidiese responder al mensaje de mi cuñado prometiéndole que esta vez sí, definitivamente, escribiría un cuento sobre Montauk.
Si la casualidad existiese, diría que fue la casualidad la que hizo que al día siguiente de haber recibido dicho mensaje - y de haber decidido escribir sobre Montauk - me llegase otro, esta vez de una buena amiga que me avisaba de un concurso de relatos en el que se ofrecía un sustancioso premio económico. No pude evitar ver la conexión (eso es lo que Montauk siempre provoca en mí) así que, sin demorarme más, me senté a escribir el cuento - albergando la esperanza de que Montauk "materialice" el dinero del premio - y también a escribir este diario de la escritura de ese cuento, para, como ya dije, dejar constancia de cualquier suceso extraño que este elección pueda acarrear. Continuara...

viernes, 24 de mayo de 2019

Día 51

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24 de mayo

Hace varios días escribí por ahí que creía que últimamente había dejado de copiar a otros para copiarme más a mí mismo. Entonces me acordé de que, en la época que viví en Bolonia, se me había dado por pensar que todo lo que yo escribía era una copia fiel del estilo de William Faulkner. Creía con ingenuidad que muchas de mis frases también eran hermosas, largas y sinuosas, subordinada tras subordinada, como las de el escritor norteamericano. Pero ahora que leo mucho más y mejor a Faulkner, me doy cuenta de que el pobre Faulkner nunca fue una victima seria de mis intentos de copia. Por más que me duela, cuando releo aquellos cuadernos, me doy cuenta de que nada tenían que ver mis frases largas e inconexas con la sintaxis maravillosa de este. Y, probablemente, si Faulkner hubiese estado vivo mientras yo vivía en Bolonia, y yo hubiese tenido la oportunidad de enviarle una carta al escritor norteamericano, diciéndole que siempre lo había admirado y que había intentado copiarlo y, además, le hubiese enviado, junto con la carta, una muestra de mi escritura, fiel copia de su estilo, estoy seguro que Faulkner se habría atragantado con el humo de su pipa y con sus carcajadas, y se habría muerto allí mismo, con mi carta en las manos, de la risa. Menos mal que nunca tuve la oportunidad de hacerle llegar esa carta.
Tal vez no se entienda mucho lo que quiero decir con todo esto. Por suerte para mí, si alguien me preguntase qué he querido decir con esto, podría responderle con una frase del propio William Faulkner quien, cuando en una entrevista le preguntaron sobre qué pensaba de que mucha gente, después de haber leído sus libros hasta tres veces, dijese que aún no los entendía, Faulkner le respondió que deberían leerlos una cuarta vez. Así que ya saben, si alguien no ha entendido después de haber leído esto tres veces, que me lea una cuarta. Y listo.

lunes, 13 de mayo de 2019

Día 50

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13 de mayo
Para escribir, cada uno tiene su método. El mío diría que es el método de lo fragmentado. No es casual. Vivo fragmentado, pienso fragmentado y por lo tanto escribo fragmentado. Vida y ficción se entrelazan. Desde muy chico he tenido una vida fragmentada (o quizá deba decir muchas vidas) y eso se refleja inevitablemente en lo que escribo. Mi escritura, pienso, es un reflejo de los caprichosos fragmentos de mi historia.
Así, cada vez que me siento a escribir en la novela, lo hago no siguiendo desde dónde lo había dejado la última vez sino, más bien, partiendo de alguna idea que había previamente anotado en alguno de mis cuadernos (también me he acostumbrado a fragmentar lo que escribo en distintos cuadernos) o en este diario. Estas ideas, por supuesto, no se corresponden con lo que venía escribiendo hasta el momento sino que pueden ser parte de algún capítulo posterior, que aún no he escrito pero que ya tengo en la cabeza. Por lo tanto, puede que tenga escrito el capítulo uno y luego el nueve cuando aún no he completado el dos o el tres. Es entonces cuando me doy cuenta de que la ficción termina siendo exactamente como la vida, una serie de fragmentos sueltos, atomizados, que giran en torno a una idea principal (aunque nunca fija) y que uno no puede hacer otra cosa que ir uniendo estos fragmentos en una especie de patchwork bastante frankensteiniano (y por lo tanto muy romántico), hasta finalmente, con un poco de suerte, tener algo que se parezca a un todo, a una novela o a la vida misma.

jueves, 9 de mayo de 2019

Día 49

















9 de mayo

Escribe Foucault: "más de uno, como yo sin duda, escribe para no tener ningún rostro". De esta afirmación obtengo un inmediata respuesta mental: la tensión - cada vez más arraigada en mí - entre, por un lado, adherir sin condiciones a la idea del filósofo francés y reafirmarme en mi posición de escribir "para no tener ningún rostro", y por otro, en cambio, someterme a la inseguridad y perseguir la línea cada vez más dominante de que lo escrito no vale nada si no se le pone un rostro. Face o no Face, esa parecería ser la cuestión.

miércoles, 8 de mayo de 2019

Día 48














8 de mayo

"En la literatura se sabe lo que no se quiere hacer, porque lo que sí se quiere hacer no siempre resulta logrado al escribir. En cambio, la negatividad nos permite escribir desechando todo lo que no nos interesa".
Ricardo Piglia Los diarios de Emilio Renzi. Los años felices.

viernes, 26 de abril de 2019

Día 47

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26 de abril

Muchacha desnuda sentada en el olvido
                                   
                                           A Alejandra Pizarnik

Sentada desnuda,
tus pies descalzos no llegan al suelo,
tu pelo revuelto es lo único que cubre una parte de tu cuerpo.
Un cigarrillo, eterno apéndice de tus labios, alza un muro de humo
que esconde tu mirada lúcida, sombría.
Tu voz ronca se disimula detrás del deseo de las palabras
o de las palabras del deseo y a lo lejos te veo
y te grito ¡Alejandra!
Y vos, desnuda, desde el olvido,
levantás una mano
y me saludás.

martes, 2 de abril de 2019

Día 46

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2 de abril

Me gusta la idea de perder el tiempo para volver a encontrarlo. Es algo que me pasa seguido. Voy dejando el tiempo en cualquier rincón y después no me acuerdo dónde. Pero sucede que, pasados unos días o a veces semanas, de repente, lo encuentro. Como hoy que por fin encontré un poco de tiempo, como quien encuentra 10 euros, arrugados y mezclados con pelusa, en el fondo del bolsillo de un pantalón que hace rato que no se usa, y aproveché para usarlo en escribir estas líneas que no son mucho pero son algo.
Lo aprovecho para escribir que este último mes he perdido un montón de tiempo. Pero no me preocupa. Es algo normal cuando uno cambia de casa y de ciudad y tiene que pasarse mucho tiempo dando vueltas por el nuevo barrio para encontrarlo todo (no solo el tiempo). Nuevo supermercado para hacer la compra, nueva panadería, nueva plaza con un rincón para leer, nuevo bar al que ir a escribir.
Esto último no tan fácil. Hasta que uno da con el lugar indicado pasa algún tiempo. Y es que el sitio tiene que reunir ciertos requisitos fundamentales. La combinación justa de ruido y calma. La mesa con la luz indicada. La corriente de aire precisa para no morir de pulmonía pero tampoco terminar asfixiado por los vapores de la máquina de café. Hasta ese momento perdemos mucho tiempo que se va quedando por ahí y que nunca recuperaremos. Pero no puedo negar que toda esa búsqueda de nuevos lugares donde también se perderá nuestro preciado tiempo me atrae. Tiene algo que no puedo explicar, como lo tienen la mayoría de las cosas que me gustan. Quizás por eso me muevo tanto ¿quién sabe?

lunes, 11 de marzo de 2019

Día 45

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7 de marzo

En las últimas semanas he tenido la oportunidad de comprobar que una mudanza podría perfectamente acabar con la vida de uno. Se corre el riesgo de terminar fragmentado, atrapado, cuidadosamente empaquetado en una de las demasiadas (muchas más de las que se había previsto) cajas de cartón, etiquetadas con marcador negro.
Lo que es seguro es que dentro de esas cajas y bajo esas etiquetas con pretensiones categorizantes, siempre, sin excepciones, una parte de nuestra vida desaparece. Así, sin más, se esfuma a pesar de todos nuestros esfuerzos por compartimentar y clasificar del modo más concienzudo nuestro pasado y presente para transportarlo hacia un futuro incierto.
Todo esto me ha llevado a pensar que una mudanza es en realidad una actividad de lo más postmoderna, en la que uno deconstruye su vida hasta el momento para luego intentar reconstruirla. 
Es esa nueva construcción/organización de las cosas la que pone en evidencia que lo que hasta ahora se presentaba como realidad objetiva no sino una parodia. 
Porque al la hora de desempaquetar nos damos cuenta de que todo aquello que tanto sentido parecía tener a la hora de etiquetar las cajas, ahora no es más que pura palabrería que en nada representa el contenido. Y así, nos encontramos un cepillo de dientes dentro de la caja que lleva escrita la enigmática frase "utensilios de cocina más a mano" y el destino de ese pobre cepillo puede acabar siendo el estante de la alacena, junto al café o el arroz, o el escurridor de los cubiertos. 
Lo único que podemos sacar en claro es que todo lo que hasta ahora ha sido ya nunca volverá a ser, o lo que es peor, nunca realmente ha sido. 
A partir de ese momento comenzamos a aceptar con sumisión que mudarnos no es simplemente cambiar de domicilio, sino más bien dejar cosas atrás, como la serpiente que muda su piel y abandona esa funda escamosa para continuar su camino. Así, nosotros también abandonamos, resignados, ciertas cosas (cosas que creíamos que habían estado allí en nuestra vida anterior), cosas que ya no están (como aquellos zapatos que estamos seguros que habíamos guardado dentro de la caja que lleva escrito precisamente "zapatos" en letras grandes y negras) y nos cuestionamos si alguna vez han estado o si han sido producto de nuestra imaginación creadora.
En fin, supongo que sólo es cuestión de asumir que nuestra vida tal y como la conocíamos desaparecerá en la mudanza. Eso si tenemos suerte y no desaparecemos nosotros por completo.

viernes, 14 de diciembre de 2018

Día 43
















14 de diciembre
Sin querer pero en el fondo queriendo, estuve en los últimos días siguiendo uno de los consejos de Roberto Bolaño sobre el arte de escribir cuentos.
Según Bolaño, uno nunca debería escribir los cuentos de uno en uno porque se corre el riesgo de quedar atascado y estar escribiendo el mismo cuento hasta el día de nuestra muerte. "Lo mejor", decía Bolaño, "es escribir los cuentos de tres en tres, o de cinco en cinco. Si te ves con energía suficiente, escríbelos de nueve en nueve o de quince en quince".
Precisamente por miedo a quedarme atascado, me puse el otro día a escribir algunas cosas que me andaban dando vueltas por la cabeza hacía rato y que al final terminaron por convertirse en algo así como una idea para otra novela o para un libro de cuentos o lo que quiera ser.
Surgió como un título y ahora tengo varios bocetos que pueden, lo presiento, degenerar en cualquier cosa.
El título que se me ocurrió es " Fotografías aberrantes tomadas a esa hora en la que todavía no ha oscurecido del todo". un título bastante proniano, tengo que aceptar.
De ahí surgieron un montón de otras cosas horribles, pero en definitiva esa era la idea que venía con el título, es decir, que todo fuese un poco horroroso y que las cosas sucediesen en ese límite impreciso y frágil entre la luz del día y la insondable oscuridad que acecha del otro lado. Flotando, entre medio, aparecerían quizás unos monstruos aberrantes no de esos que se esconden en los armarios o debajo de las camas y que asustan a los chicos, sino más bien esos otros que caminan a nuestro lado y que en apariencia nada raro tienen, pero que son muy pero muy espeluznantes por dentro.
Y así de horrible, horroroso, horripilante y asqueroso sería todo, pero en definitiva muy cotidiano.
El problema mayor de todo esto es que en ningún momento, en sus consejos, Bolaño hablaba de lo que es escribir las novelas de dos en dos o de cinco en cinco ni del problema que esta empresa puede traer para quien la emprenda. Porque ahora me veo metido en el tremendo lío de la escritura en simultaneo de dos proyectos amplios y todo empieza peligrosamente a mezclarse y a enredarse hasta el punto de no saber muy bien dónde estoy parado.
Pero a riesgo de terminar aún peor, por ejemplo de terminar escribiendo novelas de nueve en nueve, creo que continuaré así sin plantearme mucho si un personaje atraviesa la linea y termina participando en la acción de una escena de la otra novela. Como mucho puede que termine ampliando todavía más el título y juntando las dos novelas en algo aberrante. En definitiva, lo importante es escribir.

martes, 11 de diciembre de 2018

Día 42


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11 de diciembre


Muchas veces me sucede que tengo la sensación de estar al borde de algo pero no sé de qué. Puede aparecer en mitad de cualquier actividad cotidiana: mientras lavo los platos, mientras hago la compra, mientras estoy leyendo. Aparece, en apariencia, de la nada; surge pero no del todo. Se queda como a medio camino y es como si estuviese viendo yo algo a lo lejos, sin los anteojos puestos. Veo un espectro borroso. Ligeramente desenfocado, como diría el fotógrafo Robert Capa. Un esbozo de algo que podría ser una idea, aunque nunca se acerca lo suficiente como para perfilar los contornos. Siempre, sin excepción se queda en nada. 
Después de un rato la sensación se disipa y vuelvo a estar como al principio, es decir, en ese lugar indeterminado en medio de un inmenso vacío. Un lugar que no me pertenece y en el que me siento profundamente incómodo. Es como si estuviese en una fiesta en la que no conozco a nadie y en la que termino invariablemente apoyado en un rincón, con una copa de vino en la mano y mirando a todo el mundo, pensando en cómo podría participar de alguna conversación pero sin tener ningunas ganas de participar en ninguna. La mayoría de las veces el final es el mismo. Me alejo de la fiesta con aire de que me voy porque aquello no me interesa y tengo cosas mucho mejores que hacer, pero en realidad me voy con una sensación de no haber hecho lo que tendría que haber hecho.

Como de costumbre, me convenzo a mí mismo de que esa sensación borrosa que nunca quiere definirse ante mis ojos algún día se hará visible y finalmente tendré mi respuesta. Sabré ya para siempre cuál es mi lugar. 
Mientras tanto escribo. Porque siempre creí que si aparece en el momento exacto en el que estoy escribiendo, quizás pueda atraparla en una frase, o en una única palabra (lo cual sería maravilloso) Sigo escribiendo, muchas veces con los ojos cerrados, apretándolos con fuerza y tecleando con rabia para ver si por fin ese ojo interno, que explora en las ideas, llega a ver bien de qué se trata.
Hoy también, esa sensación, terminó por alejarse sin definirse y nada pude hacer para retenerla a pesar de que puse todo de mí, o eso creo. Siempre me queda, por supuesto, la duda de saber si pude haber hecho algo más.
A veces he llegado incluso a plantearme la posibilidad de hacer psicoanálisis. En argentina es algo muy común. Todo el mundo tiene su psicoanalista personal que semana tras semana le ayuda a definir este tipo de borrosidades. Hablo en el aire, porque, como nunca he ido, no sé si es así; no sé si alguien, alguna vez, llega a definir del todo aquello que no sabe bien qué es.

Ahí apareció de nuevo. Recién me detuve un segundo a sonarme la nariz, y mientras pensaba en lo que acababa de escribir y me limpiaba los mocos, me invadió de nuevo esa sensación. Pero ya se fue. Así, sin más preámbulos, desapareció y me acabo de quedar de nuevo sin respuesta. Voy a dejar de escribir un segundo para ver si vuelve a aparecer.
Cierro los ojos, me paso la mano por la cabeza como haciéndome una caricia. Parece que quiere volver. Ahora se me apareció como una voz sin llegar a ser una voz y me decía que la clave era que si ahora escribía algo lo retomara mañana y no dentro de una semana porque el hilo es muy fino y se rompe. Definir los bordes no es algo que se hace de la noche a la mañana, me dice. Hay que ser consciente de que mucha gente ve borroso toda su vida.
Vuelvo a detenerme. Pienso; o mejor dicho cierro los ojos para ver qué más tiene que decirme.
Me vienen palabras sueltas, pero no llego a decodificarlas. Y ahí llega el horror total: La Distracción Externa. Suena el timbre o alguien me llama o me escribe por teléfono. Es desesperante. Y la ansiedad de saber que esto antes o después sucede es también bastante perturbadora. No deja de acecharme.
Lo que daría por mantener ese estado por mucho más tiempo, quizás indefinidamente. Porque al menos así sabría que ahí está la sensación, que está cerca, casi llegando, y puede que con un poco más de concentración se comiencen a aclarar los bordes y todo empiece a tener mejor definición y se llegue a sintonizar ese canal tan esperado que está trasmitiendo la película que queríamos ver desde hace tanto…
Pero ya se va. Nada, nada, nada. Nunca.
Un final muy beckettiano, por cierto.