lunes, 27 de febrero de 2023

Ojos de vinilo




















«Ya somos el pasado que seremos», decía Borges en un poema precioso que se llama "Elegía de un parque". Tenía razón. En estos días estuve releyendo El corazón es un cazador solitario, la novela de Carson McCullers, y me acorde de que hace bastante tiempo ya, más de 15 años, conocí a esta chica que me marcó. Esto no es extraño si pensamos que muchos de nosotros vamos por la vida buscando conocer gente que nos deje marcas; gente de quien podamos aprender cosas.
Esta chica de la que hablo era alta, muy alta. Tenía las piernas largas. Usaba pantalones cortos. Los ojos eran inmensos, negros como dos discos de vinilo. Si los mirabas de cerca tenías la impresión de que giraban, y podías, perfectamente, quedar hipnotizado. Tenía una sonrisa hermosísima, una sonrisa de mil dientes, como decía el Indio Solari en aquella maravillosa canción que se llama Cruz diablo!
En la novela de McCullers --esa novela magnífica que habla sobre la incomunicación y sobre la soledad--, uno de los personajes principales es una niña/adolescente que también es muy alta y también tiene las piernas largas y usa pantalones cortos como la chica que me marcó, y quizás por eso me acordé de ella mientras leía. El personaje de la novela se llama Mick, y es una especie de trasunto de la autora. No recuerdo si la autora describe en algún momento de la novela cómo son los ojos de Mick, pero mientras leía me los imaginaba también grandes y negros como dos vinilos. Mick es rebelde, muy lúcida, muy curiosa, con mucha energía y, sobre todo, con una gran pasión por la música y por la vida. Estas mismas cualidades las tenía la chica que conocí hace mucho tiempo y que me marcó. Ella era igual. Y te transmitía todas esas cosas con su onda expansiva.
Todavía tengo la suerte de seguir viéndola a diario. Digo suerte porque aún hoy, tantos años después, me sigue transmitiendo esas cosas y tiene, además, mucho que enseñarme, y eso es una gran suerte, pero sobre todo dice mucho de ella. No todo el mundo te puede enseñar durante 15 años o más. Hay maestros que se agotan en un año, incluso en menos. Ella no se agota. Como diría Borges, ella es el pasado que será.





lunes, 14 de febrero de 2022

Método Patchwork












Método Patchwork

   Leo de pie, junto a la biblioteca. El niño duerme contra mi pecho, embutido en un artefacto tan extraño como práctico que se llama mochila de porteo. Él duerme y yo me balanceo para que no se despierte, y leo al ritmo de ese balanceo. Leo en silencio, claro. Una página, dos, a veces incluso tres. En los últimos tiempos me acostumbré a leer así, de pie y fragmentos sueltos, retazos de obras, casi siempre de obras distintas. El oficio de padre, por ahora, no me permite leer mucho más. Ya no tengo tiempo de sentarme a leer horas y horas como antes. Así que leo así. 

   Leer de pie no es tan raro como escribir de pie. Se dice que Hemingway escribía de pie, delante de su máquina de escribir. Eso sí que es un poco más raro, me parece. No tengo ni idea por qué escribía de pie. Tampoco sé si también leía de pie. Pero leer de pie es algo normal. Sobre todo si son lecturas cortas. La gente suele leer de pie en la biblioteca, por ejemplo.

   Decía antes que los fragmentos que leo son casi siempre de obras distintas. Tengo la costumbre de nunca abrir el mismo libro que la última vez. No me interesa, en este momento de mi vida, mantener una continuidad en lo que leo. Prefiero leer así. Es una especie de cata, de degustación de diferentes estilos. Y esos retazos, esos fragmentos que en un principio pueden parecer muy diferentes entre sí, se unen, se ensamblan hasta conformar una especie de patchwork, algo así como una novela Frankenstein. Por eso, y por cierto afán catalogador que tengo, me decidí por llamar a esto, a este modo de leer de pie fragmentos de obras diferentes, "el método Patchwork de lectura". Un método que en definitiva lo que me permite es mantener vivo el hábito de la lectura (ya que no puedo mantener el de escritura). Leer, al fin y al cabo, es también escribir, pienso. Sobre todo si lo hago siguiendo este nuevo método patchwork de lectura, con el que, me doy cuenta, puedo ir escribiendo las historias mentalmente, hilando esos retazos entre sí, ajustándolos a mis necesidades creativas. Puedo trazar el plan novelesco mentalmente; construyéndolo, dándole vida a ese monstruo, a ese Frankenstein literario. Es esto, en definitiva, un desesperado intento de no alejarme de la literatura, de no ser sólo un padre que se balancea con su hijo colgado contra el pecho, ese hijo que ahora le ha llenado de baba la camisa a su padre. Esto también forma parte de la historia que creo mentalmente, y constituye un fragmento más para añadir al monstruo literario. El producto final lo desconozco, pero me doy cuenta de que no necesito un producto final, lo que necesito es una historia que no acabe nunca. Un patchwork infinito. Y por supuesto, siempre, un final abierto.

viernes, 13 de agosto de 2021

Roma vs Buenos Aires - (poemita nº2)












Roma apestaba cuando llegué

se me antojaba sucia, 

oscura, asquerosa.

Inevitablemente 

la comparaba con Buenos Aires

y me faltaban cosas

siempre. 


No había nadie en los semáforos

pidiendo.

No había quioscos abiertos

hasta altas horas

todo cerraba demasiado temprano

demasiado temprano la noche

impertinente 

golpeaba el cristal de mi ventana

y me pedía entrar.


Se comía demasiado temprano.

Se salía demasiado temprano.

Se dormía demasiado temprano.


Las piedras esas, tan admiradas,

me parecían inútiles elementos diseminados

por una ciudad vieja

y punto.

No había misterio, no había historia

detrás de todo aquello

solo el vació y el eco y los gatos

y las ratas que comían de la basura

amontonada junto a los contenedores llenos.


Las callejuelas estrechas

me aterraban

y siempre miraba por encima de mi hombro

cuando escuchaba pasos 

detrás de mí.

Pero no había peligro

solo las sombras que me acompañaban, 

vestigios de mi vida pasada

en una ciudad más violenta.


Hoy, en cambio, la luz 

que se cuela entre las ruinas, hoy la música

por las calles de Trastevere

hoy aquel departamento

en el barrio San Lorenzo

y las plazas y los bares.

Hoy el empedrado, el río

hoy la pizza cuadrada y el café de pie

en la barra

hoy la convivencia entre los gatos y las ratas

y los gritos de los romanos

y de las romanas

hoy Quer pasticciaccio brutto de via Merulana.

Hoy, lo sé,

todo fue por la nostalgia.



jueves, 5 de agosto de 2021

Rolito - (poemita nº1)

Rolito














Rolito

cubito de hielo

¿Adónde fueron a parar tus huesos

después de cruzar 

la triple frontera

brasil paraguay argentina

para traer de contrabando

diez mil dólares 

en el baúl de un escarabajo 

destartalado

pero tan adecuado 

a tu estilo,

tan ridículo como vos?

Llegaste ansioso a la frontera

desesperado por comprar 

todo barato

todo bonito 

antes de cruzar;

cosas que atesorar en algún rincón

de tu guarida llena de cachibaches

que nunca usás 

pero que tanto te gusta 

exhibir. 

Compraste whisky, puchos,

baratijas para tu casa

de barrio esplendoroso.

Qué poco dejás a tu paso, Rolito

frío frialdad frivolidad

siempre frito por ser alguien

el dueño de la pelota

pero te equivocaste de camino

¿no lo ves?

Ya se te acaba la gasolina, Rolito

quedarte por el camino

es lo de menos porque siempre 

se puede seguir a pie

lo peor es el calor 

y te aterra no llegar

a tiempo a tu heladera.

Pero no hay remedio ya

para tu enfermedad terminal

se terminó, Rolito

te derretís.

Pasará, pasará pero siempre quedarán 

todas esas cosas

que dejaste en herencia

¿a quién?

Dejás que el agua

en que te convertís ahora

lo inunde todo.

Y te vas.

Good bye.

viernes, 21 de mayo de 2021

Día 78


¿Es un pájaro?, ¿es un avión?

Por un momento, parece como si el tiempo se ralentizara. Puedo ver cada detalle, cada movimiento con claridad. Veo cómo atraviesa la habitación; el modo en que da vueltas y se dirige hacia mí, mientras yo estoy inmóvil, sin poder reaccionar. 

Me sorprendió a contrapié, mientras corría alrededor de la mesa en un intento inútil por escapar. Ella supo anticipar mi movimiento, supo ver hacia dónde me dirigía. Siento una gran admiración por esa habilidad suya. Es como un superpoder que tiene. Ahora no hay nada que yo pueda hacer para evitar el golpe certero. Así que me resigno y espero. Y mientras espero, lo observo todo para intentar grabar en mi mente todos esos movimientos. Quiero ver cómo lo hace, aprender de ella. Mañana, cuando esté más calmada, quizás se lo pregunte. Tal vez ella me cuente cuál es su secreto. Quiero saber cómo hace mi madre para arrojar la chancla con esa precisión. 

miércoles, 21 de abril de 2021

Día 77


21 de abril

"Si no entiendes algo, puedes hacer que signifique cualquier cosa". Chuck Palahniuk 

"Porque entender puede ser una condena. Y no entender, la puerta que se abre" E. Vila-Matas. 

Yo no entiendo nada y por eso hago que esto signifique cualquier cosa, como por ejemplo: que hay conexiones en la literatura que nunca voy a entender, pero que son unas puertas abiertas de par en par por las que entro sin pedir permiso.

sábado, 6 de marzo de 2021

Día 76

Fotografía antigua - Museo Sorolla | Ministerio de Cultura y Deporte 

VOCES EN LA NOCHE

El Escritor Que Hay En Mí me despertó en mitad de la noche. «Despertate», me susurró al oído, «tengo una idea para un cuento». Yo estiré la mano hasta la mesa de noche y miré la hora en el teléfono. «¿Te das cuenta de la hora que es? Son las tres de la mañana. Si se despierta el bebé te destierro», lo amenacé. «Pero es que la idea es muy buena», me dijo, alegando que ya no se nos ocurrían ideas tan buenas y que no le gustaría dejarla escapar. Tuve que levantarme y llevármelo al baño para poder hablar más tranquilos. Intenté ser comprensivo con él. «Ya no estamos para estas cosas», le dije, «antes podíamos permitirnos despertarnos en mitad de la noche y ponernos a escribir un rato, pero ahora...». No quise seguir. Me sentí mal cuando vi su cara de tristeza. «Escribir lo es todo para mí», me dijo. «No me vengas con esas», repliqué susurrando, pero ya un poco más enojado. «Si escribir lo es todo para vos, por qué no dejás de ver tanta serie en tus ratos libres y te sentás delante de la máquina a escribir». Creo que mi respuesta lo ofendió porque de repente se giró y volvió a la cama a fingir que dormía. Al otro día no me dirigió la palabra. Eso sí, cuando cayó la noche y el bebé se durmió, sin mediar palabra, se sentó a ver varios capítulos de una serie, pero no dejó que se le hiciese demasiado tarde. Creo que estaba cansado. Al día siguiente ya me volvió a hablar, aunque no tocó más el tema de la escritura. Lo entiendo, es un tema delicado para ambos.