viernes, 21 de junio de 2019

Día 54 (día 2)

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METADIARIO
Segundo día.

Sucedió lo que tanto me temía: Montauk ha vuelto a hacer de las suyas.
Pensando mucho en el dinero del premio del concurso de relatos, pero también pensando peligrosamente en un posible bloqueo creativo, Montauk ha materializado lo segundo y ahora no puedo escribir nada. Algunos llamarían a esto un bloqueo ante la página en blanco o simplemente quedarse en blanco. Pero para mí no hay nada de blanco en todo esto. Yo lo veo todo más bien negro. Un vacío oscuro en el que me muevo a tientas para encontrar una salida.
Recuerdo que en una entrevista le preguntaron a Borges cómo se le ocurrían las historias que escribía. Y él respondió que muchas veces le venía a la cabeza una frase, o un comienzo, o a veces incluso el final de una historia, y de ahí empezaba a escribir sin saber muy bien adonde se dirigía. Yo, en este momento, podría tener todas esas cosas juntas, e incluso algunas más, y aun así no podría escribir ni una linea. Pero, claro, Borges es Borges.
Lo único que me queda por esperar es que Montuak materialice alguna idea sobre cómo contar todo lo que quisiera contar sobre Montuak. Así que habrá que pensar en todo eso con mucha fuerza.

lunes, 17 de junio de 2019

Día 53

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17 de junio
Mudanza nueva, cuidad nueva. Y, por lo tanto, ansiedades nuevas. Por ejemplo: tengo que dedicar algo de tiempo a buscar un nuevo repartidor de agua embotellada. Voy a extrañar a mi buen amigo Patterson, repartidor de agua/poeta, que pasaba cada viernes a traer mi caja semanal de agua en botellas de vidrio y que cada tanto me leía alguno de los poemas que escribía en su ruta de reparto. Con él podía charlar sobre literatura y los poetas que nos gustaban a los dos. Eran buenos tiempos aquellos. Ahora no sé lo que encontraré aquí, en mi nueva ciudad. Pero no pierdo las esperanzas de encontrar nuevos y extraños amigos. Los tiempos cambian y hay que darles la bienvenida.

miércoles, 12 de junio de 2019

Día 52 (día 1)

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12 de junio

METADIARIO

Por un breve período, espero, me propongo hacer un breve inciso en el diario de escritura de la novela para darle lugar a este que será "el diario de la escritura de un cuento".
La decisión de empezar hoy, aquí, ahora, este metadiario, este diario dentro del diario, se debe a motivos más bien oscuros y, por qué no decirlo, algo esotéricos. Y es que cuando se trata de Montauk todo parece ocurrir de un modo misterioso. Esta vez no ha sido distinto. Por eso pensé que lo mejor sería llevar un diario, para dejar constancia de que los caminos de Montauk son inescrutables.
Intentaré explicarme mejor: hace algunas semanas me llegó un mensaje de mi cuñado con un enlace a un articulo que trataba sobre ciertos eventos relacionados con el Proyecto Montauk. (Lo del Proyecto Montauk es una especie de código secreto que tenemos entre los dos y que hace referencia a una historia que juntos vivimos hace muchos años, cuando los visité a él y a mi hermana en Nueva York). No voy a explicar acá nada sobre el Proyecto Montauk. Si a alguien le interesa no tiene más que buscar en internet y allí dará con toda la información necesaria sobre esa y otras teorías de la conspiración. Únicamente diré que mi cuñado y yo compartimos la creencia de que Montauk tiene el poder de "materializar" los pensamientos.
Fue quizás por eso que ese día, al ver el mensaje de mi cuñado, no me sorprendió nada comprobar, una vez más, que basta que a uno se le dé por pensar en Montauk para que Montauk aparezca. Y es que el día anterior a que me llegase el mensaje, estuve yo pensando bastante en Montauk y en la posibilidad de escribir sobre el tema. De ahí que decidiese responder al mensaje de mi cuñado prometiéndole que esta vez sí, definitivamente, escribiría un cuento sobre Montauk.
Si la casualidad existiese, diría que fue la casualidad la que hizo que al día siguiente de haber recibido dicho mensaje - y de haber decidido escribir sobre Montauk - me llegase otro, esta vez de una buena amiga que me avisaba de un concurso de relatos en el que se ofrecía un sustancioso premio económico. No pude evitar ver la conexión (eso es lo que Montauk siempre provoca en mí) así que, sin demorarme más, me senté a escribir el cuento - albergando la esperanza de que Montauk "materialice" el dinero del premio - y también a escribir este diario de la escritura de ese cuento, para, como ya dije, dejar constancia de cualquier suceso extraño que este elección pueda acarrear. Continuara...

viernes, 24 de mayo de 2019

Día 51

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24 de mayo

Hace varios días escribí por ahí que creía que últimamente había dejado de copiar a otros para copiarme más a mí mismo. Entonces me acordé de que, en la época que viví en Bolonia, se me había dado por pensar que todo lo que yo escribía era una copia fiel del estilo de William Faulkner. Creía con ingenuidad que muchas de mis frases también eran hermosas, largas y sinuosas, subordinada tras subordinada, como las de el escritor norteamericano. Pero ahora que leo mucho más y mejor a Faulkner, me doy cuenta de que el pobre Faulkner nunca fue una victima seria de mis intentos de copia. Por más que me duela, cuando releo aquellos cuadernos, me doy cuenta de que nada tenían que ver mis frases largas e inconexas con la sintaxis maravillosa de este. Y, probablemente, si Faulkner hubiese estado vivo mientras yo vivía en Bolonia, y yo hubiese tenido la oportunidad de enviarle una carta al escritor norteamericano, diciéndole que siempre lo había admirado y que había intentado copiarlo y, además, le hubiese enviado, junto con la carta, una muestra de mi escritura, fiel copia de su estilo, estoy seguro que Faulkner se habría atragantado con el humo de su pipa y con sus carcajadas, y se habría muerto allí mismo, con mi carta en las manos, de la risa. Menos mal que nunca tuve la oportunidad de hacerle llegar esa carta.
Tal vez no se entienda mucho lo que quiero decir con todo esto. Por suerte para mí, si alguien me preguntase qué he querido decir con esto, podría responderle con una frase del propio William Faulkner quien, cuando en una entrevista le preguntaron sobre qué pensaba de que mucha gente, después de haber leído sus libros hasta tres veces, dijese que aún no los entendía, Faulkner le respondió que deberían leerlos una cuarta vez. Así que ya saben, si alguien no ha entendido después de haber leído esto tres veces, que me lea una cuarta. Y listo.

lunes, 13 de mayo de 2019

Día 50

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13 de mayo
Para escribir, cada uno tiene su método. El mío diría que es el método de lo fragmentado. No es casual. Vivo fragmentado, pienso fragmentado y por lo tanto escribo fragmentado. Vida y ficción se entrelazan. Desde muy chico he tenido una vida fragmentada (o quizá deba decir muchas vidas) y eso se refleja inevitablemente en lo que escribo. Mi escritura, pienso, es un reflejo de los caprichosos fragmentos de mi historia.
Así, cada vez que me siento a escribir en la novela, lo hago no siguiendo desde dónde lo había dejado la última vez sino, más bien, partiendo de alguna idea que había previamente anotado en alguno de mis cuadernos (también me he acostumbrado a fragmentar lo que escribo en distintos cuadernos) o en este diario. Estas ideas, por supuesto, no se corresponden con lo que venía escribiendo hasta el momento sino que pueden ser parte de algún capítulo posterior, que aún no he escrito pero que ya tengo en la cabeza. Por lo tanto, puede que tenga escrito el capítulo uno y luego el nueve cuando aún no he completado el dos o el tres. Es entonces cuando me doy cuenta de que la ficción termina siendo exactamente como la vida, una serie de fragmentos sueltos, atomizados, que giran en torno a una idea principal (aunque nunca fija) y que uno no puede hacer otra cosa que ir uniendo estos fragmentos en una especie de patchwork bastante frankensteiniano (y por lo tanto muy romántico), hasta finalmente, con un poco de suerte, tener algo que se parezca a un todo, a una novela o a la vida misma.

jueves, 9 de mayo de 2019

Día 49

















9 de mayo

Escribe Foucault: "más de uno, como yo sin duda, escribe para no tener ningún rostro". De esta afirmación obtengo un inmediata respuesta mental: la tensión - cada vez más arraigada en mí - entre, por un lado, adherir sin condiciones a la idea del filósofo francés y reafirmarme en mi posición de escribir "para no tener ningún rostro", y por otro, en cambio, someterme a la inseguridad y perseguir la línea cada vez más dominante de que lo escrito no vale nada si no se le pone un rostro. Face o no Face, esa parecería ser la cuestión.

miércoles, 8 de mayo de 2019

Día 48














8 de mayo

"En la literatura se sabe lo que no se quiere hacer, porque lo que sí se quiere hacer no siempre resulta logrado al escribir. En cambio, la negatividad nos permite escribir desechando todo lo que no nos interesa".
Ricardo Piglia Los diarios de Emilio Renzi. Los años felices.