sábado, 2 de junio de 2018

Día 19

 

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2 de junio

Hoy es un buen día para novelar. Digo esto porque, apenas me senté hace un rato a trabajar, se me ocurrió la idea de agregar otro narrador a la novela. No digo que haya cambiado el que ya tenía, sino más bien que he decidido agregar uno nuevo. Así, al mejor estilo Conrad en su Heart of Darkness, ahora, además de un Marlow, tengo otro narrador homodiegético, que enmarca una historia dentro de otra historia que, por supuesto, esconde otra historia siempre cada vez más oscura en el corazón mismo de todas las tinieblas de esa historia mayor. Y si aquí alguien piensa que me estoy enredando demasiado, imagínense cómo me sentí yo al descubrir todo esto hoy, ni bien me senté a trabajar en este escritorio. Así es, me sentí enredado, pero muy feliz. Porque no hay felicidad mayor ni nada más hermoso que estar novelando, como quien no quiere la cosa, y como si uno fuese un marinero navegando por el río Níger en dirección hacia las entrañas mismas de África, empezar a desatar nudos para poder, por fin, soltar las amarras y dejarse ir con la corriente. Adentrarse en lo desconocido en busca de mi Kurtz personal hasta encontrarlo y que este, moribundo, en su último suspiro y sabiendo que yo acabo de enredarme tanto con todos estos narradores, me mire y me diga aquello de: ¡El horror, el horror! Y yo, para tranquilizarlo, le diría que no se preocupe, que descanse en paz  porque seguramente, a medida que avance yo en la historia todo se va a aclarar o se va a oscurecer aún más, pero que lo importante es que pueda llegar hasta ahí, hasta ese corazón de las tinieblas que es el centro mismo de la historia, y luego poder volver para contarlo. Con eso me basta.

lunes, 28 de mayo de 2018

Día 18

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28 de mayo

Hay días que podrían perfectamente borrarse del calendario y no cambiaría nada. Hoy, sin ir más lejos, perdí gran parte de la mañana husmeando en el Facebook para ver qué hacía la gente. Sentí asco de mí mismo y, para compensar, me dije que lo mejor sería ir hasta la biblioteca a buscar un par de libros que desde hace un tiempo quiero leer. 
Fui caminando a paso lento, disfrutando del paseo, intentando despejar los malos pensamientos de hace un rato. Es decir, quitándome de encima el asco que sentí hacia mi persona.

Cuando llegué a la biblioteca, como no tenían los libros que venía buscando, me puse a recorrer con la vista los anaqueles en busca de algo que me inspirase. Al final me llevé tres libros de autores que no me sonaban nada para ver si descubría algo que me sorprendiera.

Volví a casa, me preparé unos mates y me senté un rato al sol, en el jardín (hay que aprovechar los días buenos). Me llevé los libros para hojearlos, pero al parecer el gran descubrimiento del 2018 tendrá que esperar.

Después de la sesión de vitamina D en el jardín, volví al escritorio. A falta de una idea o de ganas, volví a mirar el Facebook. También leí el diario, miré el mail, la cuenta del banco y leí algún blog que me gusta.

Toda esa actividad me dio hambre, así que fui a la cocina a abrir distraídamente la heladera para ver que podía picar. Corté queso y un poco de pan. Calenté más agua para el mate y volví al jardín y al sol. Lo de escribir quedará para mañana, me dije. Para que sufrir.

jueves, 24 de mayo de 2018

Día 17

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24 de mayo

Últimamente cambio mucho de opinión. No es algo nuevo en mí, siempre tuve cierta tendencia hacia la indecisión. Pero debo decir que en las últimas semanas he notado un preocupante incremento y me voy con el primero que me ofrezca un razonamiento contundente o un argumento sólido.

Por poner un ejemplo, no puedo decidir si las cosas en el mundo están bien o se están yendo al carajo (antes lo tenía bastante claro). Hay argumentos muy buenos de ambos lados.

En lo que respecta a lo personal, a lo íntimo, me persigue siempre esa nube tormentosa (no quiero usar un término técnico porque no viene al caso) que me impide decidir qué hacer con mi vida ¿Debería quedarme tranquilo donde estoy o debería irme, moverme? La decisión de cambiar siempre ha sido la más razonable, pero hoy dudo (raro). Mi preocupación es siempre la misma: temo quedarme atrapado entre dos aguas y no poder elegir ni una cosa ni la otra. El siempre tan temido Limbo me acecha. Porque lo que importa realmente no es el cambio en sí sino más bien la elección. La gente, muchas veces, piensa que lo que les cuesta es cambiar, que le dan miedo los cambios. Pero a decir verdad, lo que realmente les complica la existencia es esa parte en la que tienen que elegir. Es la elección entre dos o más opciones lo que más temen.

El mayor problema de toda esta situación, claro está, es que la indecisión se traslade al avance de la novela y no pueda, en un momento dado, elegir, por ejemplo, qué camino debería tomar la trama o que elecciones deberán afrontar mis personajes, etc. Al final no quisiera tener que recurrir a lo que yo llamo el camino Conan Doyle. Es decir, tener que optar por aquello de Elige tu propia aventura y que haya diferentes tramas y diferentes opciones para cada uno de los personajes. Y, por supuesto, muchos desenlaces posibles, todos igualmente buenos. Quisiera que si llego a ese límite sea sólo en mi vida. Me gusta mantener las opciones abiertas en lo personal. Me gusta la indecisión y me gusta tener que tomar decisiones; tener que elegir me da vida. Me activa las neuronas. Pero en lo que respecta a mis personajes no me atrevo a ponerlos en semejante situación. Eso de que los personajes, una vez creados, cobren vida y se muevan por sí solos me parece una negligencia. En mi caso prefiero que se ajusten al guión. Para las elecciones ya estoy yo y esa es la pata que mantiene de pie esta mesa.

domingo, 20 de mayo de 2018

Día 16

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20 de mayo

Durante mucho tiempo, como Proust, yo también estuve acostándome temprano. Y parecía que eso era algo que incomodaba a la gente que me rodeaba. «¿A las diez en la cama?», se sorprendían. Sí, y es que considero que la noche está sobrevalorada. Muchos hablan de la tranquilidad y del silencio que se experimenta por la noche, pero a ellos les digo que prueben a levantarse a las siete y se darán cuenta de que este silencio, apenas interrumpido por el trino de los pájaros, es un silencio mucho más audaz. Me atrevería a decir (porque también he vivido muchas noches y lo sé) que el aparente silencio de las noches, lo rompen unos ruidos mucho más perversos que ahora prefiero evitar.

Déjenme mis mañanas frescas y luminosas, dejen que me aleje de la oscuridad. Por la mañana todo es más sincero, nadie oculta sus miserias detrás del maquillaje. En una cara de dormido se pueden leer muchas cosas. Hay más verdad en la marca que deja una almohada sobre una mejilla que en muchas confesiones etílicas en la barra de un bar. En unos ojos hinchados se puede ver la historia de la humanidad. En un alegre «buenos días» y en el olor del pan recién hecho o del café, puede estar encapsulada toda la felicidad.

Me gusta trabajar por las mañanas. Sentarme a escribir mientras, de fondo, escucho cómo se levantan las persianas de los negocios del barrio. Escucho a la señora de la florería que le da los buenos días al panadero. La vecina que saca sus perros a pasear y los pasos de la gente que va a trabajar me inspiran. El mundo desperezándose me inspira.

Por eso, ahora me voy a dormir que ya son las diez y cuarto y se está haciendo tarde. Mañana hay que madrugar así que apaguemos las velas. Espero que nadie se sorprenda o se sienta incómodo por esta confesión. Buenas noches.

sábado, 12 de mayo de 2018

Día 15

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12 de mayo

Ando pensando que no ando, pero ando andando. Ayer mismo me di cuenta de esto cuando andaba pensando que no andaba simplemente porque no estaba escribiendo. Pero enseguida pude confirmar que mis investigaciones sobre la meteorología y la climatología avanzaban. Es decir, andaban andando. Lo supe cuando salí a pasear y a pensar, y en el paseo y me encontré por casualidad con un conocido que, a falta de algo mejor que decir, se le ocurrió hablarme del tiempo. Si el pobre hubiera sabido en qué se metía estoy seguro de que se hubiese ahorrado el comentario. Porque gracias a mis investigaciones sobre las ciencias climatológicas, yo ya no hablo del tiempo como algo al pasar; como para sacar conversación de donde no la hay. No. Ahora, el tiempo es para mí El Tema de conversación. Así que, ante su pregunta trivial sobre lo raro que estaba el tiempo ayer, contraataqué con una larga exposición sobre cómo las baja presiones barométricas y el descenso de los hectopascales provocarían, en las próximas horas, que aquellos nimbostratus que se veían en el horizonte se acercaran peligrosamente, para descargar fuertes precipitaciones.

Y creo que fue después de este último dato, cuando mi conocido me interrumpió bruscamente, asegurándome que tenía mucha prisa porque lo esperaban en una importante – e improbable, diría yo – reunión. Así que me dejó ahí, parado en la esquina. Y mientras lo veía alejarse pensaba yo, con una sonrisa, en el eficaz método que había encontrado para sacarme de encima a la gente que, a falta de un tema mejor, utiliza el tiempo para decir cualquier cosa.

Así que no puedo decir que no ande andando. Porque aunque no esté escribiendo puedo comprobar que avanzo. Y avanzo en muchos sentidos ya que ahora, además, gracias a mis investigaciones para la novela, no voy a verme más sorprendido por personas que me acosen con conversaciones sin importancia. Y después hay gente que dice que la literatura no sirve para nada.

lunes, 7 de mayo de 2018

Día 14

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7 de mayo

Trabajo. Estudio. Leo. Releo. Busco en el archivo del pasado cosas (fotos, textos, recuerdos) que me sacudan, para ver si se me cae una idea; material que pueda utilizar en la novela. Finalmente, parece que algo se mueve y escribo. No mucho, pero ya se sabe o se intuye que un poco ya es mucho.

Lo que escribo no es exactamente un capítulo; ni siquiera diría que es una escena completa. Es otra cosa ¿un pensamiento?, ¿una idea? Es algo que, de algún modo oscuro por ahora para mí, está conectado con la historia. Y así desemboco en un par de párrafos reflexivos. Párrafos que aún no sé ni cómo ni dónde encajarán, pero sé que me gustaría incluirlos en la historia. Probablemente acaben en labios de alguno de los personajes.

Una vez terminado y agotado el momento de inspiración (o quizás sería más adecuado llamarlo momento de “exhalación” ya que ha sido como largar un gran suspiro hasta desinflarme como un globo pinchado, y quedar arrugado y triste) ese ¿pensamiento?, ¿idea? se queda guardado en la carpeta dentro de la carpeta dentro de la carpeta. Carpeta Novela. Carpeta Vidas Pasadas. Carpeta Extras importantes (esa carpeta donde va a parar todo lo que no sé dónde meter, pero intuyo que en algún momento lo sabré). Ahí se quedará, quién sabe por cuánto tiempo, esperando el momento indicado en que su autor llegue a ese punto de la historia en el que se enciende, como un cartel de luces de neón en una oscura ruta secundaria, la señal que nos guía hacia esa carpeta "Extras importantes". Y es ahí, en ese preciso instante, cuando por fin esos ¿pensamientos?, ¿ideas? emergen para encajar en el todo. Ese es el destino que les espera a algunos de esos textos sueltos; otros, en cambio, acabarán en la papelera o, con suerte, puedan ser reciclados para alguna otra historia. Mientras tanto, creo que es bueno que esa carpeta siga creciendo y engordando. Porque me gusta pensar que la literatura y la vida están llenas de cosas que uno no sabe dónde deberán ir, pero que en algún momento encajan a la perfección en el todo. Cosas así..."Extras importantes".

 

 

jueves, 3 de mayo de 2018

Día 13

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3 de mayo

«La literatura no es autobiografía en código, y no es acontecimientos reales. No estoy escribiendo mi autobiografía y no escribo cosas según me sucedieron, excepción hecha del uso de ciertos detalles: tormentas y ese tipo de cuestiones. No, no es nada que me haya sucedido. Es tan sólo una posibilidad. Es una idea».
John Cheever.

Por mi parte, nada que agregar.