Pensaba
hoy en lo íntimo y lo público en la escritura. Y mientras le daba
vueltas a la cosa me acordé de una frase de Enrique Vila-Matas que
decía “Escribir es dejar de ser escritor”. Una frase, como casi
todas las de Vila-Matas, que nunca sabré si se le ocurrió a él o,
en cambio, la tomó prestada de algún otro escritor, algo que hace habitualmente. En este caso me parece que es más bien lo segundo. Porque al tiempo de haberme cruzado con la frase de Vila-Matas di con una entrevista que le
hicieron hace varios años a otro escritor que admiro, Fogwill, en la
que el argentino decía algo parecido: “Escribo para no ser
escritor”.
Pero
sea de quien fuese, desde la primera vez que di con ella, la frase me
interesó mucho. Porque en definitiva, lo que viene a decir es que
uno no puede estar haciendo dos cosas a la vez. Sobre todo cuando se
trata de escribir. Y es que el acto de escribir deja poco tiempo para
que, además, uno vaya por ahí (cuando digo por ahí, me refiero a
las calles o las redes) haciéndose el escritor. Escribir
es
una actividad íntima y muy solitaria. Implica,
como mínimo, pasarse horas y horas solo y encerrado, escribiendo o
leyendo.
Y
cuando uno no está enfrascado en esta actividad íntima y solitaria,
muchas veces se la pasa caminando, con la mirada clavada en las
baldosas, y pensando como un loco en las cosas que está escribiendo.
Dándole vueltas a una frase que se empeña en quedar horrible o una
escena que no termina de encajar en ningún lado.
Del
otro lado, y en oposición a está
imagen del escritor enfrascado en
un mundo íntimo y solitario, escribiendo sin parar o pensando en lo
que escribe, está la otra imagen, la de la máscara. La imagen del
ser
escritor. Y
digo en oposición porque esta imagen máscara, la del ser
escritor,
no
es nada compatible con la de aquel otro personaje tan solitario del que hablábamos, y
hace que éste
tenga que salir de su encierro para
poner todo su ser a la parrilla. Exponer sus entrañas para que se
cocinen al calor de los otros.
Y
para eso, inevitablemente, tiene que dejar de escribir. Y si uno anda
demasiado tiempo por ahí siendo escritor dejará de tener tiempo
para estar en casa encerrado dándole vueltas a una idea o golpeando
las teclas. Y así dejará inmediatamente de ser escritor. O pasará
a ser de la estirpe de los escritores que nunca escriben nada.
Con
esto no quiero desmerecer el maravilloso arte de vivir. No me
malinterpreten. Considero que para escribir y mejorar la propia
escritura, vivir es imprescindible.
Pero no nos confundamos. Vivir es otra cosa, nada tiene que ver con
ir por la vida haciéndose
el escritor.
Es
más, diría que vivir es alejarse todo lo posible de esa idea de ser
escritor. Vivir sería, para quien escribe, lo que el fin de semana
es para el oficinista. Desconexión.
En
mi caso,
siempre
me sentí más a gusto del
lado
de lo íntimo. Es decir, disfruto más con el suave balanceo entre lo íntimo y lo desconectado.
On/Off.
La frase de Fogwill no es esa exactamente, dice otra cosa, y se ha hecho célebre, por eso la cito: "Escribo para no ser escrito"
ResponderEliminar"Escribir es dejar de ser escritor" es la traducción del francés del título que le puso André Gabastou (mi traductor del francés) a un texto que envié a una revista francesa en la que explicaba yo las diferencias entre escribir y ser escritor.
Me gustó mucho la frase (con la que tradujo mal mi título) y para la versión española acabé adoptando la traducción equivocada (pero bien genial) de Gabastou.
Un saludo,
E Vila-Matas.