Imaginá que vas por una autopista. Puede ser cualquier autopista del mundo, todas se parecen. Estás atravesando un tramo particularmente arbolado. Un cartel anuncia un área de descanso a pocos kilómetros, y sentís unas fuertes ganas de parar a comer algo y relajarte un poco. Salís de la autopista en la correspondiente salida, y estacionás el coche a la sombra. El lugar es realmente agradable.
A tu derecha ves una zona arbolada y algunas mesas de piedra distribuidas aleatoriamente bajo la sombra de esos árboles. Abrís la puerta trasera del coche, buscás una bolsa de supermercado donde llevás pan y algo de jamón y queso, y te dirigís caminando hacia una de las mesas que están a la sombra. También llevás un libro atrapado bajo la axila para que te haga compañía.
Ahora imaginá que mientras estás disfrutando de tu sándwich y de una agradable lectura bajo las acogedoras ramas de unos enormes eucaliptos ves un coche que se detiene y de él se baja un hombre con su perro. Están a unos cien o ciento cincuenta metros de donde estás sentado (sí, el área boscosa es enorme), y los ves adentrarse en el bosque. Después de la distracción, volvés a tu libro y continuás la lectura. Pero a los pocos minutos algo te incomoda y no te deja concentrarte en lo que estás leyendo. Es un ladrido, un ladrido alto y muy agudo. Se oye lejano pero claro, y es constante como un metrónomo marcando el tiempo. Como has perdido la concentración, cerrás el libro y te levantás para dar un paseo y, de paso, ver de dónde vienen los ladridos.
Imaginá que, durante el paseo, vas pisando las hojas y ramitas secas que cubren el suelo de la zona boscosa y el crujido te produce un intenso placer. Y ahora imaginá que cuando alzás la vista ves que a lo lejos, el hombre que antes había entrado en el bosque con el perro, se aleja de la zona boscosa en dirección a su coche. Esta vez el perro no le acompaña, pero vos aún podés escuchar los ladridos que provienen del bosque. Así que seguís caminando y unos pasos más adelante podés ver entre los árboles al perro atado a una cuerda. Tira, salta y se retuerce intentando zafarse del collar; ladra fuerte y por fin se detiene, cansado, y se sienta mirando un punto fijo, a lo lejos. Al igual que vos, el perro está mirando como el hombre arranca su coche y se aleja en dirección a la autopista. Ambos observan la misma escena sorprendidos, aunque la diferencia es que el pobre animal alberga la esperanza de que el tipo vuelva a buscarle, mientras que vos tenés la certeza de que el muy hijo de puta se ha rajado dejando al pobre chucho para que muera de sed y hambre ahí, atado en un árbol.
Ahora caminás entre los eucaliptos en dirección al animal. Das pasos cautelosos porque de lejos te ha parecido que es grande, y tenés miedo de que se suelte y te salte encima porque no te conoce. Pero cuando estás cerca, el perro te ve y mueve su cola con gran entusiasmo, y te das cuenta de que es un cachorro (aunque un cachorro enorme), que no va a hacerte nada. Así que te acercás y lo desatás.
Mientras lo estás desatando, él se te sube encima y te lame la cara, y no para de mover la cola con una inmensa alegría; y a vos te parece que está agradecido de que lo hayas rescatado. Pensás en la crueldad del personaje nefasto que ha abandonado a esa pobre criatura a su suerte.
Mientras lo estás acariciando y él responde a tus caricias jugando, te das cuenta de que a él ya no le importa el hijo de puta de su dueño. No tiene conciencia de lo que ha sucedido porque este animal no sabe nada de la crueldad humana. Mejor así.
Llegados a este punto, si has logrado imaginar todo esto, no te costará nada imaginarte paseando con el perro por el bosque y tener la sensación de que se conocen de toda la vida. Por eso, cuando abrís la puerta del coche, él salta dentro pero se niega a quedarse sentado en el asiento de atrás, y vos lo dejás que se acomode a gusto en el asiento del acompañante, al lado tuyo. Después, cuando arrancás, le bajás un poco la ventanilla para que asome su hocico y se deleite con el festival de olores del mundo. Y cuando lo mirás disfrutar del viaje, cada vez te cuesta menos imaginar que ahora tenés un nuevo compañero. Seguro que a tu novia le encanta y entre los tres le buscan un lindo nombre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario